
La vida de Vicente Blasco Ibáñez, una de las plumas más distinguidas de la literatura universal, se apagó en la ciudad de Menton en 1928. Su fallecimiento fue especialmente sentido en Valencia y en el universo de los Poblados Marítimos. Las muestras en señal de duelo se sucedieron de forma inmediata. El Levante F.C. se sumó a este sentir con...
Años veinte-treinta
Por esas fechas, el Gimnástico, ungido con la condición de Real, ya había saboreado las mieles del triunfo en el mismo formato de la competición. No obstante, el fútbol viraba. Los efectos de la profesionalización de los jugadores y el nacimiento de la Liga generaron un encarnizado debate entre las representaciones locales. Y las diferencias en los posicionamientos eran notorias. El Gimnástico defendía el espíritu amateur de un balompié que se desligaba de esos aspectos que enmarcaron su nacimiento. En el curso 1934-1935 el Levante, que competía en Segunda División, logró el Campeonato Súper-regional y se plantó en las semifinales de la Copa de España tras eliminar al Valencia y al Barcelona en octavos y cuartos de final para caer ante el Sabadell.
Y en julio de 1937 en plena Guerra Civil conquistó la Copa de La República tras vencer en la confrontación suprema al Valencia en el Estadio de Sarrià en Barcelona. En los años treinta el Gimnástico sufriría disidencias entre sus militantes. Parte de la cúpula rectoral emprendió una nueva aventura con el nacimiento del C.D. Peña Azulgrana. La finalización de la Guerra Civil propició una variación sustantiva en sus roles. Los imaginarios del Levante y Gimnástico se fusionaron gestando un nuevo orden y un nuevo equipo que disputaría sus compromisos en el Estadio de Vallejo. Nacía el UDLG (Unión Deportiva Levante-Gimnástico). Cuestiones económicas, políticas y deportivas fundamentaron esta unión que resultó compleja de amalgamar para la totalidad de sus estamentos.