Caicedo y el gol 200 del Levante en Primera ante el Racing Club
Era uno de los misterios de la confrontación ante el Racing de Santander. El gol número doscientos del Levante como entidad adscrita a la Primera División del balompié nacional fluctuaba en torno al enfrentamiento. La cuestión se sucedía en las semanas previas y se refería a la autoría de tan icónica diana. Caicedo decidió apropiarse de un registro histórico. Fue una acción desarrollada a una velocidad supersónica. De vértigo puro en una transición directa. Y la jugada se gestó desde la misma portería azulgrana. Habría que regresar al espacio que defendía Reina para precisar con detalle la génesis del gol. El arquero imprimió velocidad en la salida del esférico buscando el costado izquierdo del ataque. La interpretación de Juanlu fue sugestiva y letal en la conducción y en la materialización definitiva. El desmarque de Caicedo fue superlativo.
El atacante ecuatoriano se presentó en las inmediaciones de la portería de Toño. En el recorrido tuvo tiempo para aclarar contendidos y planificar la finalización. Allá donde a otros futbolistas se les nubla el pensamiento, Caicedo optó por la claridad. Una bicicleta para vencer al arquero foráneo con el fin de balancearse ligeramente hacia su izquierda y embocar el gol doscientos en la elite. No era fácil conjugar una aceleración impetuosa, con el balón en los pies, sintiendo el aliento de los defensores cántabros, con la expresión definitiva escogida por el delantero. Velocidad de esprinter y sutileza de mago en el toque evanescente último. Estos aspectos sirven para definir a los grandes jugadores y para diferenciarlos estableciendo roles. Así es Caicedo. Un asesino con instinto mortal ante los guardametas. Caicedo estrenó el marcador y repitió minutos después para encauzar una victoria que cerró Stuani (3-1) ante la mirada sonriente de Luis García que cumplía 100 partidos como inquilino del banquillo azulgrana.
El atacante ecuatoriano atravesaba por una etapa de bonanza. Cuatro partidos como titular, conjugados con cuatro apariciones sobre el campo, procedente desde el banquillo de la suplencia, que había rentabilizado al máximo con la obtención de cuatro goles. Caicedo contra Caicedo. El ariete igualaba los registros personalizados que había conquistado durante la temporada anterior cuando defendió la camiseta del Málaga en el segundo tramo de la Liga BBVA. Desde esa perspectiva, Felipao pulverizaba los registros conseguidos durante el capítulo final del ejercicio último en su experiencia inicial en el fútbol español. La estadística era demoledora en tal sentido. Y hasta rotunda en sus manifestaciones.
La rentabilidad del delantero ecuatoriano en su estancia en la entidad levantinista parecía tan inmaculada como brillante y productiva. Caicedo dispuso durante el curso 2009-2010 de 1115 minutos, repartidos entre dieciocho confrontaciones, en la sociedad malacitana que salpimentó con la adquisición en propiedad de cuatro dianas. Caicedo celebró esa cifra en el duelo ante el Racing Club en el Estadio Ciudad de Valencia después de anotar los dos goles que allanaron de obstáculos el camino del triunfo ante la sociedad cántabra. El ecuatoriano ejecutó por la vía de la extrema rapidez a la institución de Santander. Antes había mostrado su pólvora ante Villarreal y Real Sociedad.
El gol 200 en Primera sumergía al atacante en la historia azulgrana. Caicedo seguía la estela de nombres míticos en la sociedad levantinista. El legendario Domínguez estrenó la secuencia anotadora granota en el partido que inauguró el expediente en Primera División en el ejercicio 1963-1964. Domínguez escogió el desaparecido Sarriá para dejar su impronta de jugador talentoso y de intelecto agudo y festejar el primer gol. Fue un quince de septiembre de 1963. Pepín asoció su nombre a la diana cincuenta en el mismo universo. El tiempo se quedó congelado desde entonces. Hubo que esperar a la llegada del tercer milenio para celebrar el gol centenario conseguido por Rivera, uno de los mitos del levantinismo, en un duelo entre el Levante y el Villarreal en el coliseo de Orriols. Y más tarde llegarían los goles 300, 400, 500 y 600 celebrados por Roger, Camarasa, Toño y Roger de nuevo.
