
Cuando el Levante salió ungido con la condición de líder del feudo de Los Pajaritos 21 años después
Fue un partido que podría calificarse de guante blanco o de perfil cristalino en virtud de su resolución. Nunca pareció cuestionarse la superioridad, así como el gobierno, de la escuadra azulgrana que dirigía desde el banquillo Carlos García Cantarero. Los goles consignaron las distancias entre el Numancia de Soria y un Levante de nuevo cuño que había arrancado la Liga con la fuerza de un torbellino. Amato, en el nacimiento de la confrontación, y Congo, ya en los minutos definitivos, rubricaron con sus dianas un sobresaliente triunfo que proyectó a la entidad de Orriols hacia el cielo de la categoría de Plata. Aquel domingo 20 de octubre de 2002, que dejaba entrever la virulencia de las gélidas temperaturas del invierno castellano, el colectivo granota abandonó el Estadio de Los Pajaritos ungido con la condición de líder de la Segunda División. El Levante estaba en condiciones de ojear el horizonte desde la atalaya de la clasificación. Su situación de superioridad con respecto al resto de sus competidores en ese espacio era obvia.
En realidad no era una sensación nueva en el expediente azulgrana en la categoría. La noticia en sí residía en la amplitud y en la profundidad de una espera que, por prolongada, pareció rozar la eternidad. La carestía se mantenía desde enero de 1981. Así que veintiún años después, el Levante volvía a ceñirse el maillot que le investía como líder. El camino fue espinoso y estuvo repleto de todo tipo de vicisitudes y de infortunios que hubo que superar. En la epifanía de 1981, en plena transición política, la institución que preparaba en el apartado técnico Pachín conquistó el liderato después conjugar con el triunfo ante el Real Burgos en el Ciutat, por entonces, Nou Estadi, en el partido que inauguraba la segunda fase del campeonato de la regularidad. Un cañonazo de Lorant, una suerte que manejaba y que singularizaba su repertorio como jugador, y una diana de auténtico pillo de Pousada, tras rebañar en el área un rechace sin dueño, fundamentaron una victoria que guió al club hacia el liderato.
De aquel Levante de los primeros ochenta se acentuaba su extremada solidez y su exquisito sentido gremial y de asociación, aspectos que, sin duda, buscaba incorporar la libreta de Cantarero. Pero aquel triunfo se diluyó de inmediato tras una inesperada noticia que convulsionó el mercado futbolístico internacional. El destino de Johan Cruyff se cruzó con el de aquel Levante. Parecía una quimera. E incluso una entelequia formalizar esa relación. No obstante, el tiempo confirmó esa sorprendente entente. Dos décadas más tarde la institución azulgrana alborotó el final del mercado estival con la contratación de Pedja Mijatovic. La no conversión del Real Burgos en sociedad anónima propició una variación sustanciosa en la construcción de un equipo que había descendido, pese a llegar al umbral de los 50 puntos.
Fue un proceso de reconversión absoluto que marcó la configuración de una plantilla representada por Pedja Mijatovic. Una acción de estrategia de Pedja, por el perfil derecho del ataque levantinista, significó la diana de Amato en Soria. El atacante argentino capitalizaba el gol en las fechas iniciales del calendario. Cerca del final de la cita, una explosiva colada de Jofre concluyó con un remate certero de Congo que alzó los ánimos de los cerca de doscientos seguidores granotas congregados en Los Pajaritos. La victoria se correspondió con el triunfo del Salamanca ante el Xerez en el Helmántico. Era una premisa incuestionable para aspirar a ocupar a cima de la tabla. Aurelio Santos, jugador con pasado en las filas del Levante, realizó el último acto de servicio firmando el gol del triunfo salmantino. Se lo había prometido a Cantarero.