Cuando la plantilla del Levante intento hacer creer a Pedro López que tenía un hijo de color
Quizás los más aguerridos recuerden del partido que enfrentó al Levante y al Mirandés sobre el césped del Ciutat en abril de 2017 a Roger, con la mirada fija sobre la portería de Roberto, presto a enfrentarse al arquero del equipo castellano por segunda vez desde los once metros. El encuentro estaba ya en su ocaso y el Levante parecía estancado tras la igualada conseguida por Sangalli en la reanudación (1-1). En el alma del Pistolero estaba magullada tras estrellarse con las manos de Roberto minutos antes desde la misma ubicación. O quizás el aficionado más perspicaz recuerde cómo se cerró el enfrentamiento con un balón que escupió el palo de Raúl Fernández en la postrera acción del choque cuando todavía resonaban los ecos del penalti ganador materializado por Roger (2-1). Madera de líder para solventar un duelo entre equipos equidistantes en la tabla. O quizás todos esos recuerdos queden emborronados tras el letal choque de trenes entre Pedro López y Usero que se saldó con el capitán granota fuera de combate e inhabilitado para continuar sobre el terreno de juego ante la gravedad de la lesión. O quizás se acentúen las chanzas que sufrió el lateral por parte de sus compañeros a la finalización de la confrontación antes de su traslado a la Clínica Quirón.
La primera parte cercaba su fin cuando Pedro quedó totalmente inerte sobre el verde. Se desplomó como un saco tras golpear la cabeza de Usero en un lance aéreo. El feudo de Orriols enmudeció de repente. El miedo era manifiesto. La espera se hizo interminable. Todas las miradas se posicionaron en el defensor. Todo el estadio buscaba un indicativo que alimentara la recuperación del bravo futbolista. El defensor perdió el conocimiento durante un breve lapso de tiempo, aunque, por fortuna, no tardo en exceso en recobrar la consciencia. Parecía una evidencia que no estaba en condiciones de regresar al duelo. Hay certezas que son manifiestas. “A mí me preguntan contra quién estamos jugando para ver si estás o no estás y yo digo que el Numancia”, relató Pedro unos días después del affaire en una entrevista concedida a Cadena SER en Valencia. Ante semejante respuesta los servicios médicos hicieron las señales oportunas al banquillo azulgrana para reclamar y activar el protocolo del cambio.
Saveljich entró en acción mientras que Pedro marchaba al vestuario por su propio pie acompañado por el galeno de la entidad abrazado al Ciutat a través de una cerrada ovación. De las entrañas del Ciutat marcharía a la Clínica Quirón donde pasó la noche ingresado por precaución tras un diagnóstico inicial que acentuaba que el jugador había sufrido un traumatismo craneoencefálico leve con latigazo cervical. No obstante, el tiempo transcurrido entre su definitivo desplazamiento a la Clínica Quirón y el retorno de los protagonistas al vestuario, tras la conclusión del encuentro ante el Mirandés, convirtió a Pedro en el foco de las bromas de sus colegas de equipo. En ese momento se produjeron escenas delirantes en sanctasanctórum de los camerinos de la escuadra granota. “Yo me empiezo a acordar de cosas en el vestuario cuando ya ha pasado un rato y entonces aparecen mis compañeros y me empiezan a putear”.
Pedro estaba en la sala médica recuperando la normalidad mientras Miguel Ángel Buil, jefe de los servicios médicos del Levante, le estaba examinando en una exploración inicial. “El médico me explica que mi cerebro ha hecho stop. No me acuerdo de nada. Después del golpe me explica que mi cuerpo va, pero que mi cerebro ha hecho stop”. En ese instante comienzan a desfilar sus camaradas por ese espacio contiguo al vestuario. Algunos aprovechan para turbar todavía más la memoria borrascosa del capitán. Pedro retoma el discurso. “Viene uno y me dice que la semana pasada me había dejado dos mil pavos y que se los tenía que devolver. Y yo me quedaba todo serio. ¿Dos mil pavos? ¿En serio?”. “Y mi mujer fuera esperándome toda preocupada”, añadió. No fue el único momento que rozó el surrealismo. “Entonces llega Lerma con su hijo negrito y me dice: Mira Pedro tu hijo. Y yo miraba flipado. ¿Cómo mi hijo? Joder no se parece en nada a mí”. El paroxismo llegó a límites insospechados. “Querían hacerme creer que tenía un hijo negro”. Las escenas se repitieron hasta que Miguel Ángel Buil puso orden. “Venga todos fuera. Que entre su mujer que es la única seria de todos los presentes”.
Lo cierto es que aquel Levante descontaba las semanas que restaban para materializar el tránsito hacia la Primera División. No tardaría en conquistar un objetivo mayúsculo que en esa fase de la cronología ya acariciaba. El bloque de Muñiz puso el turbo prácticamente desde el nacimiento de una temporada difícil de olvidar. Volaba y se proyectaba con contundencia por una competición de tendencia igualitaria. Amanecía abril cuando las huestes azulgranas golpearon al Mirandés en el Ciutat. Fue en la jornada trigésimo segunda. El Levante aderezaba su expediente con la suma de 72 puntos. Era un líder gigante. Le sacaba 14 puntos al Girona, segundo. La derrota inmediata ante el Getafe (2-0) apenas si tuvo efectos perniciosos tanto en la clasificación general como en la mente de la plantilla. De hecho, antes de despedir el mes de abril el Levante ya había confirmado el regreso a la máxima categoría tras derrotar al Oviedo en Orriols, pero esa vuelve a ser otra historia.