
Del obús de Rubén al pase transoceánico de Munúa que Martins transformó en gol
La última victoria granota en La Coruña comenzó con un pase que sobrevoló el cielo de Riazor para acabar en las botas de Martins. Aquella mañana de domingo el radar de Munúa se puso en marcha nada más entrar en contacto con el balón en las cercanías de su área. El cancerbero atrapó el cuero y pateó para preludiar el gol. No era la primera vez que se convertía en el Heraldo del gol. Por la medular surgía un torbellino de efectos devastadores que se dirigía inmisericorde hacia los dominios defendidos por Aranzubia. La zancada del africano advertía del peligro inminente que iba a cernirse en el área gallega. Las mentes del guardameta uruguayo y el ariete conjugaron. Michel y Aguilar porfiaron por un balón que acabó ajustándose a las botas del delantero africano. Con una frialdad extrema Martins dejó varado al meta local y celebró con profusión su primera diana lejos del Ciutat.
El grupo que conducía Juan Ignacio ponía una pica en Riazor, pero el duelo entró en una nueva dimensión en la reanudación. Pedro López marchó al vestuario expulsado y Riki erró desde los once metros. El bloque de Oltra buscaba una remontada heroica en inferioridad tras la expulsión de Aranzubia. Bergantiños se ajustó los guantes y Barkero ajustició a su rival desde la frontal del área. La victoria puso rumbo hacia Valencia en una reedición del episodio desarrollado en el mismo escenario en las jornadas finales del ejercicio 2010-2011. Aquel enfrentamiento cuestionaba la capacidad de resistencia de dos oponentes que pretendían establecer una distancia abismal con el descenso. Era un duelo dantesco que Rubén solucionó con un obús teledirigido en los minutos últimos. El Levante jerarquizó el partido, pero Aranzubia elevó un muro en torno a la meta defendida.
El Dépor nunca llegó a cuestionar la supremacía azulgrana. Luis García decidió ratificar los lazos con una victoria que se resistía a pesar del vendaval azulgrana. El preparador miró hacia el banquillo en busca de soluciones. Y las botas de Rubén acostumbraban a realizar milagros. El hijo de Cundi fue el escogido para introducirse en un partido alambicado que contaba con una significación mayúscula por el valor del triunfo. El grupo pareció descodificar el mensaje lanzado por el preparador. El técnico no abjuraba del triunfo y fue Rubén el encargado de reinterpretar el partido. El atacante asturiano se sacó de la manga un disparo seco. El balón en su recorrido realizó un dibujo diabólico que desorientó al cancerbero local. Aranzubia pasó de héroe a villano en un segundo. La metáfora de aquellos triunfos fue la estampa triunfadora de Rubén Suárez, Martins y Barkero después de converger con el gol.