
Dos victorias consecutivas tres años después para esprintar en la Liga
“En mi primer año ganamos 0-1 aquí de córner y fue un impulso para nosotros”. Morales dixit en los subterráneos del Coliseum de Getafe hace apenas una semana. Coke había proyectado al Levante hacia un triunfo que se resistía como una maldición que se extendía en el tiempo. El Comandante aludía al triunfo conquistado en el feudo azulón en abril de 2015. El Levante emergió desde las profundidades de la clasificación tras la diana ganadora de Víctor Casadesús para traspasar esa frontera profunda que distancia la permanencia del abismo que marca el descenso. La inercia victoriosa se mantuvo con motivo del duelo siguiente que enfrentó a la escuadra granota y al Córdoba en el Ciutat de València (1-0). El curso 2014-2015 languidecía y el grupo que dirigía desde el banquillo Lucas Alcaraz fue de oca en oca en pos de dos triunfos entrelazados de consecuencias curativas para la moral del colectivo. Barral ajustició a la escuadra de la Mezquita.
“El impulso” que advertía Morales fue incuestionable. La sociedad de Orriols prácticamente obtuvo su graduación en un curso tenebroso. Fue en abril de 2015. Desde esa fecha, la posibilidad de engarzar sendos triunfos consecutivos en el ámbito de la Primera División parecía una auténtica quimera. En la temporada 2015-2016 el expediente azulgrana no alumbró la conquista de seis puntos consecutivos. Y en el tiempo más presente era una especie de anatema que atormentaba la mente del colectivo blaugrana. No obstante, la condena no fue ni perpetua, ni eterna. El aterrizaje de Paco López como conductor del banquillo levantinista ha propiciado una catarsis más que perceptibles en términos numéricos y emocionales.
Tres años más tarde el Levante vuelve a desafiarse a sí mismo para extender en la secuencia temporal ese estado latente de felicidad que deriva de los triunfos. Quizás lo ha hecho en uno de los instantes más determinantes del ejercicio en esa enconada batalla a cuatro bandas que mantiene contra la U.D. Las Palmas, Deportivo de La Coruña y Málaga. La entidad de Orriols ha esprintado en las últimas semanas al galope de los triunfos. Su producción ha prosperado. El Levante parece esquivar ese estado depresivo de jornadas anteriores para mutar el abatimiento por una condición antagónica, si bien hay que seguir en la lucha sin ofrecer síntomas de una euforia desmedida. No hay peor compañía que caer preso de la vanidad. El Levante redimió sus penas en Getafe y confirmó su recuperación mental y anímica frente al Eibar. El hecho no es anecdótico.
Paco López hace historia en el banquillo granota
Lo cierto es que Paco López parece bendecido por los dioses granotas en su conversión como técnico de la primera plantilla. El salto que ha emprendido es una dimensión extraordinaria. Desde la Tercera División se ha proyectado hasta el umbral de la elite asociado al triunfo. No hay tiempo para metabolizar un éxito que desprecía desde un prisma personal. Su discurso acentúa la colectividad y el grupo por encima de cuestiones más individualizadas. Forma parte de su manuel de estilo. Y pregona esa filosofía con convicción para impregnar al bloque. Paco López se cita con la historia. En la narración granota, en el marco de la máxima categoría, ningún entrenador había mostrado esa voracidad para salir indemne de los dos primeros retos establecidos. Getafe y Eibar establecen una conexión marcada por el símbolo de la victoria. El choque ante la institución eibarresa deja más destellos. Roger y Boateng pusieron fin a un ciclo funesto; la victoria se resistía en Orriols desde finales de septiembre de 2017.