
No se aventuran partidos de relleno en el exigente marco de LaLiga 1|2|3. Y no se atisban por el horizonte que marca el desarrollo de una competición liguera, profunda y alambicada, que se marchará hasta el próximo mes de junio. Lo que se manifiesta, y lo que parece anunciar cada una de las confrontaciones pautadas, son batallas que se presagian despiadadas, desde una perspectiva exclusivamente deportiva, entre adversarios que se batirán, en el interior del césped, con la fe de un ardoroso guerrero por la consecución de los tres puntos que reafirman el sentido de la victoria. Algo así sucederá en el limes interno del Estadio Carlos Tartiere. El líder de la categoría de Plata afronta una nueva prueba, en un coliseo que destila abolengo y distinción, frente a un rival, orgulloso, que pretende recuperar el emplazamiento que no hace mucho tuvo en el ecosistema del fútbol nacional. En realidad nada novedoso para el grupo que prepara López Muñiz. La Segunda División A exige intensidad y apasionamiento, sobre la faz del verde, y una fortaleza mental incuestionable y rocosa, si el fin establecido es afrontar cada desafío planteado en las mejores condiciones posibles desde un prisma anímico y físico. Es uno de los aspectos que acentúa el preparador azulgrana en cada una de las comparecencias públicas que protagoniza.
El balón echará a rodar mañana sábado a partir de las 18:00 horas. Se trata de una confrontación que se resiste en el tiempo. De hecho, los dos contrincantes volverán a cruzar sus destinos después de que sus miradas se alejaran a finales de junio de 2003. En el destierro de Avilés, como epílogo al curso 2002-2003, mantuvieron su última dialéctica de índole deportiva en un encuentro desprovisto de heráldica porque las cartas ya estaban alzadas de antemano. Sérvulo y Congo consignaron el postrer triunfo azulgrana, pero todo eso forma de un pasado que parece sumamente distanciado. El fútbol acentúa el presente más absoluto y, siguiendo ese axioma, surge un partido superlativo entre dos escuadras con trascendencia en el umbral de la categoría de Plata. “El Oviedo aspira a lo mejor”, recalcó el preparador levantinista ante los medios.
Era una manera de contextualizar la dificultad del enfrentamiento. “Es un equipo que tiene mucha experiencia en la categoría. Tiene un buen medio del campo. Es un equipo muy completo que saber rentabilizar sus goles. Es un buen equipo y cuenta con una buena afición. Habrá que hacer un muy buen trabajo si queremos ganar”. Lo cierto es que al significado y al sentido emocional que conlleva cruzarse con el líder de la división, habría que añadir la necesidad del bloque que prepara Fernando Hierro de desterrar de su memoria los efectos de la derrota saldada ante el Huesca la pasada semana (4-0). El aspecto no parece menor y posiblemente confiera al Oviedo una patina de peligrosidad adicional.
El Levante presenta un estilo que le concede una personalidad. Y defiende esa identidad por encima de la condición de local o visitante que le otorga el campeonato. El valor se presupone, pero la personalidad hay que mostrarla en cada choque. Parece que se ha instalado un pequeño debate acerca de la productividad azulgrana después de los dos empates caseros saldados ante el Getafe y Cádiz que contrastan con las victorias en Miranda y Reus. Muñiz redirigió la controversia ante los medios de comunicación para resaltar la enorme complejidad que entraña una categoría con tendencia hacia la igualdad. El preparador deberá discernir en la elección del dibujo para apostar por un bloque con dos atacantes, como aconteció en la cita ante el Cádiz, o retomar la versión anterior con un único delantero y más músculo en la medular. Lo cierto es que Rafael no estará presente en el coliseo ovetense después de sufrir un catarro en las vías respiratorias altas.