
Ejercicio de abstracción en Zorrilla ante un rival necesitado
Primero surge la estela del Real Valladolid. Después aparecerá por la faz del Ciutat de València el Almería y más tarde el Levante cruzará el Mar Mediterráneo para marchar a Mallorca, pero esos dos duelos que siguen al choque de Zorrilla forman parte de un futuro que se proyecta desde la lejanía. El orden se convierte un aspecto inquebrantable en el pensamiento que defiende Muñiz. No parece una misión sencilla realizar un ejercicio de abstracción con la finalidad de aislar la mente y centrar la atención en el próximo objetivo, desde una vertiente exclusivamente deportiva, partiendo del estado de euforia que envuelve al levantinismo por mor de la huella impresa por su equipo en el marco de la competición liguera. Con una ventaja ciertamente sideral con la frontera que delimita el ascenso, el entorno se apresta a entrar en el juego de las conjeturas para fijar con la mayor exactitud la fecha que sancione el retorno a la elite. Ciencia ficción, según el criterio exhibido por el preparador azulgrana siempre fiel a sus postulados y consignas y a acentuar la validez del trabajo cotidiano como única alternativa real para la consecución de los retos planteados.
“El objetivo se consigue cuando lleguemos a los puntos necesarios. Y para eso hay que seguir sumando de tres en tres. Nosotros no nos podemos entretener en nada. Estamos en el camino y no nos podemos despistar”, admite eludiendo subterfugios. Sucede que los diecisiete puntos que alejan al Levante del tercer clasificado ejercen un innegable poder de atracción sobre el levantinismo militante, máxime después del tenebroso ejercicio liguero del pasado curso. Posiblemente sea una terrible paradoja, porque se trata de secuestrar las emociones inherentes al desarrollo del fútbol en un ambiente de pasión y de euforia. Y qué es del fútbol si se despoja de la agitación y la exaltación. En cualquier caso es la realidad por la que atraviesa el Levante a la altura de marzo de 2017. En ese contexto surge una nueva batalla liguera. Es la vigesimonovena de la ruta liguera. Las huestes de Muñiz asaltan los muros del feudo de Zorrilla.
Desde otro prisma, el Levante y el Real Valladolid entrecruzan sus destinos en las áridas tierras castellanas, aunque el climatólogo parece enloquecer este fin de semana y las temperaturas son extrañamente elevadas en la capital de Pucela. La competición en la categoría de Plata ofrece un Déjà Vu cada semana que no hace más que enfatizar la tremenda complejidad de este ecosistema. El Levante vuelve a competir ante un adversario con lazos y recuerdos cercanos en el tiempo con el ámbito de la Primera División. No obstante, el relato del Real Valladolid durante la temporada en recorrido es el arquetipo de la aspereza de una categoría despiadada. El grupo que conduce Paco Herrera, con la etiqueta de aspirante al ascenso tatuada en su piel en el nacimiento del curso, avista el envite ante el Levante acentuando el contenido de la cita. Hay una sensación de miedo al vacío detrás de este partido. Quizás no sea una final en toda regla, porque la guerra es todavía muy larga y pronunciada, pero hay cierta inquietud y un clima de relativo temor ante sus consecuencias.
Las semanas se van sucediendo y la zona noble va aclarando sus posicionamientos. Es una evidencia que el Real Valladolid aspira a inscribir su nombre en esa franja. De ahí el incalculable valor del duelo y de los puntos en disputa ante el bloque azulgrana. Es incuestionable que los estados anímicos son contrapuestos. El bloque castellano se muestra refractario a la consecución del signo de la victoria en las últimas semanas. El Levante marca las antípodas después de registrar el triunfo decimonoveno ante el Elche. “La motivación extra que pueden tener los rivales no puede superar a la nuestra. Nuestro objetivo es igual y para nosotros más importante que el de ellos. No puede salir nadie más motivado que nosotros. Cada jornada que pase los tres puntos son más importantes para los equipos y eso nos exige a nosotros más nivel”, valora Muñiz sabedor que a la lucha de índole deportiva hay que unir el componente emocional que significa derrocar al líder. El Levante se presenta en Zorrilla sin Campaña, un jugador de visión geométrica, pero recupera el gol con el retorno de Roger.