
El campeón se despide de Segunda División tras un ejercicio de resonancias bíblicas
El grito de campeones resonaba con una inusitada fuerza por los cuatro puntos cardinales del Ciutat de València. Las gargantas de la masa social azulgrana, encendidas por la pasión y por la turbación, tras la evolución y el desarrollo de un ejercicio de Liga que adquirirá lustre y perdurará sobre el calendario en el imaginario del levantinismo, atronaban en el recinto del barrio de Orriols como si tratarán de recompensar y honrar la memoria de un colectivo de futbolistas que ha hecho del compromiso, de la disciplina y de la fe una manera de entender la disciplina del fútbol cada vez que se posicionaban para competir sobre la superficie del terreno de juego. Y la intensidad del rugido crecía conforme se acercaba el punto definitivo del relato liguero. Parecía que todo lo que estaba aconteciendo durante el presente sobre el pasto quedaba relegado a un plano netamente inferior ante el voltaje de las emociones que se han ido sucediendo durante una temporada sobresaliente. La derrota quedó aislada para convertirse en una mera anécdota, pese a que enturbia la invulnerabilidad que había acorazado al Ciutat desde marzo de 2017 cuando el Real Madrid mancilló sus muros por última vez.
Esa inmunidad, una especie de patente de corso durante el curso actual, se resquebrajó en mil pedazos cuando el colegiado decretó el final de una contienda que clausuró una campaña legendaria. La felicidad embargó a la totalidad de los estamentos que se habían dado cita en el coliseo blaugrana. No suele ser un hecho común que dos aficiones queden vinculadas a través de la victoria y la derrota, pero es lo que aconteció en el Ciutat. Unos distinguían, desde la perspectiva que marca la profundidad del tiempo, el inmaculado recorrido de los campeones. Los otros brindaban por una circunstancia que se antoja histórica; el Huesca participará en los Play-Off de ascenso a la elite. Palabras mayores que retumban en la capital oscense. Quizás el éxodo masivo de seguidores vinculados a la escuadra de San Jorge advertía de la trascendencia que adquiría la cita liguera. Los jugadores del Huesca no estuvieron solos en una confrontación de signo capital.
La magnitud del partido se apercibía en el rictus de los jugadores foráneos. Todo estaba en sus botas, pero también en el interior su mente. Y la frontera entre el fracaso y el éxito en el fútbol puede ser angosta. Los futbolistas del Huesca debían aunar clarividencia sobre el verde y fortaleza en el plano mental para acometer tan magna obra. Dependían de sus prestaciones, pero únicamente los más fuertes sobreviven. El foco de la acción estaba básicamente centrado en Orriols. El partido se agitó en la reanudación. El choque viró con la expulsión de Róber Pier. Al joven jugador gallego, una de las sorpresas de la temporada, le traicionó el subconsciente en una jugada en la zona intermedia del campo que no demandaba una solución tan brusca como la adoptada. El central reconvertido a mediocentro tomó el camino del vestuario cuando quedaba una eternidad.
El destino pareció cebarse con el Huesca tras un error de Akapo en una cesión sobre su guardameta que intuyó Morales para batir al arquero aragonés. El encuentro parecía transformarse, pero el duelo no siguió esos parámetros que parecían anunciados tras la diana azulgrana. La necesidad genera paisajes difíciles de imaginar. Con Raúl custodiando ya en el banquillo la condición de portero menos batido de la categoría de Plata, el Huesca varió el plan diseñado con dos dianas que rasgaron el corazón de Oier y el de un Ciutat invulnerable que nacieron desde la angustia que genera la congoja. La entidad que prepara Anquela no se dejó guiar por la ansiedad tras el tanto de Morales. Fue quizás su principal virtud. Nunca dejó de creer en sus posibilidades y fue persistente. Paseó por las tinieblas, y durante algunos minutos sintió el yugo de la dominación, pero fue capaz de despojarse de esa toga que parecía aprisionar sus movimientos para adquirir la inmortalidad.
Levante UD: Raúl (Oier, m.61), Iván López, Salveljich, Chema, Toño, Rober Pier, Campaña, Morales, Casadesús (Montañés, m.81), Rubén García (Verza, m.59) y Jason
SD Huesca: Herrera, Akapo (David López, m.60), Íñigo López, Carlos David, Brezancic, Aguilera, Melero, Ferreito, Samu Sáiz, Vadillo (Camacho, m.72) y Borja Lázaro (Vinicius, m.89).
Árbitro: Prieto Iglesias (comité navarro). Amonestó por el Huesca a Akapo. Expulsó por doble amarilla al levantinista Róber Pier (m.57).
Goles: 1-0, m.58: Morales. 1-1, m.67: Aguilera. 1-2, m.75: Samu Sáiz.
