
Quizás los primeros diez minutos de la cita de San Mamés compendiaran el catálogo de virtudes y carencias consignados por el Levante. Su valentía y su condición de meritorio, en un escenario complicado y hostil, contrastó con la ausencia de gol. No le pesó a la escuadra granota la condición de colista en el choque ante el Athletic Club en tierras vascas en su nacimiento. El hecho de alzar la mirada para contemplar al resto de los equipos de la máxima categoría en una posición de desventaja no cohibió su espíritu. Lejos de mostrarse dubitativo y caer preso de la desidia, saltó el verde del coliseo rojiblanco con arrestos, decidido a cambiar su sino. Ya se sabe que en La Catedral los colistas suelen causar más de un perjuicio. Y es una cuestión histórica. En cierto modo fue capaz de desnortar a su adversario hasta llevarlo a cercar la confusión durante la totalidad del primer acto. No hubo noticias excesivamente halagadoras del Athletic Club en ese espacio de la confrontación.
Los primeros diez minutos fueron reveladores de todo lo que podía acontecer sobre el verde. El bloque de Rubi perseguía con ahínco a Beñat con el fin de menguar el caudal de juego de su rival. El equipo se posicionó con dos líneas de cuatro bien marcadas con Simao ejerciendo de amalgama. El Levante apretó los dientes con firmeza, dibujó una presión que, por momentos, atenazó la salida del balón de su oponente, marcó una raya en la medular para taponar al faro vasco, pero lastimosamente chocó de bruces ante la meta de Iraizoz. La escuadra azulgrana mostró dos versiones que resultan antitéticas por sus caracteres tan alejados. Logró convertir al Athletic Club en un equipo rutinario y de espíritu aletargado, algo que no parece sencillo de conseguir en el siempre efervescente y bullicioso marco de San Mamés, pero no fue capaz de aprovechar los excedentes generados en las cercanías de Iraizoz. Se trata de una maldición de considerables dimensiones para cualquier colectivo que vive entre los suburbios Y además se convierte en un pecado colosal en el marco de la exigente Liga BBVA por todo lo que suele generar.
En la opulenta Primera División nadie espera a nadie. Y nunca suelen existir segundas oportunidades, ni hay posibilidades reales para la redención cuando tus oportunidades pasan por delante para difuminarse. Y en ese instante únicamente queda el lamento que genera el amargo recuerdo. La mirada al cielo de Ghilas era el reflejo de la impotencia. El atacante se encontró sin más compañía que el cuero y el arquero bilbaíno en el arranque del partido. Fue una indecisión local propiciada por la notable presión azulgrana. Ghilas se perfiló hacia el costado izquierdo para tratar de deshacerse del cancerbero y disparar, pero no logró encontrar la ruta del gol. El tiempo pareció paralizarse mientras el delantero escrutaba la opción más adecuada. El balón golpeó en el cuerpo de Iraizoz y se perdió por la banda. La acción era muy diáfana. Ghilas repitió instantes después. Su disparo seco salió fuera. Fueron las aproximaciones más claras desde un prisma levantinista.
Del Athletic, en esa fase de la cita, solo puede consignarse un disparo intencionado al poste de Susaeta en una milimétrica combinación al borde del área de Mariño, quizás la principal novedad en el once azulgrana en Bilbao junto a Ghilas. El equipo de Valverde no conseguía entretejer el partido y Aduriz se convertía en un mero espectador de todo lo que iba aconteciendo. El ariete veía pasar los centros por encima de su cabeza. No había excesiva precisión en los metros finales. El Levante logró adormecer el sistema nervioso del Athletic, si bien todo cambió en la segunda parte. Mariño sintió como el Athletic le iba estrangulando con una colección encadenada de saques de esquina. Y ya se sabe el incuestionable poder del equipo vasco en este tipo de acciones. Susaeta tocó el balón con suavidad y San José cabeceó a la red. Le costó al Levante recomponerse. La escuadra rojiblanca se proyectaba a la contra, pero hay una distancia notable entre sentirse victorioso y vencer cuando las distancias son tan cortas. El Levante parecía llegar vivo al tramo final y estaba decidido a no rendirse. Morales recortó en el interior del área para generar un momento de incertidumbre. No fue eterno. Aduriz conectó con Williams para refrendar el triunfo local.
Athletic Club:
Levante UD:
Árbitro: Alejandro José Hernández Hernández. Amonestó a Toñó, Simao, Pedro López, Jefferson Lerma y Feddal
Goles: 1-0. M. 55. San José. 2-0. M. 82 Williams.