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Primer equipo

​El Levante se aferra a la vida en el Coliseum

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Quizás el destino le debía una a Coke Andujar en el marco de la competición liguera. Frente al Valencia desafió el cielo estrellado de Mestalla para consumar una diana injustamente anulada. Aquel recuerdo perdura, pero aquella herida parece restituida en un partido que aventuraba emociones capitales ante el tremendo significado que encerraba. La vida en noventa minutos en un escenario en el que parecía una quimera salir indemne. Nadie era capaz de interpretar y descodificar el juego del Getafe. En el Coliseum el defensor no voló. Tampoco le hizo falta. Apareció embozado por el segundo palo para ultrajar la meta de Guaita. La sonrisa diáfana de Coke Andujar era la sonrisa de una escuadra falta de afecto y de ternura. Su relación con la competición liguera era inquietante. Los golpes en las últimas semanas surgían de manera encadenada para lastrar espiritualmente y emocionalmente a un grupo afligido que necesitaba un refuerzo anímico en forma de victoria.

Los últimos minutos en ante el Espanyol y en Álava resultaron devastadores. Paco López se estrenó en el banquillo en el universo de la elite con una victoria superlativa. El Levante se despojó en el Coliseum de un ciclo funesto. Y vislumbra el futuro desde la ilusión y desde la esperanza. Los triunfos suelen mutar dinámicas y suelen consolidar pensamientos, generando nuevas perspectivas. La diana de Coke premió a un bloque que supo sufrir sobre el verde, pero que nunca alzó la bandera blanca, ni llegó a desfallecer. En esa fase del duelo parecía domesticar a su adversario. El Levante fue determinante en ese momento en el que llega la hora de la verdad y se ganan los partidos. Lo hizo desde el convencimiento. Y también desde el atrevimiento y el dominio del balón.

La entidad de Orriols aceptó el vértigo como una manera de afrontar y de entender la naturaleza del duelo en el Coliseum Alfonso Pérez. Si había algún misterio en los minutos previos, el nacimiento de la confrontación borró cualquier atisbo de duda. Los primeros minutos sirvieron para atestiguar esta idea. El grupo dio varios pasos sobre sí para cercar el frente con la finalidad de avistar las inmediaciones defendidas por Guaita. Había movimiento en las cercanías de la meta azulona, pero replicaba el Getafe con balas de fuego cada vez que lograba cruzar la medular para encarar la portería de Oier. Quizás se esperase un Getafe insistente y demoledor en un intento por avasallar hasta reducir a la mínima expresión el campo y a su rival. Lo que se encontró el Levante fue un Getafe con una marcha endiablada. La velocidad en el grupo de Bordalás fue una máxima para bombardear el perímetro defensivo granota.

El Getafe pisaba con fuerza donde se condimenta y presagia el gol. Al vértigo que planteaba la propuesta defendida por el colectivo levantinista, siempre con querencia a asaltar los dominios donde residía Guaita, habría que unir el suspenso y la incertidumbre, principalmente cada vez que el balón rondaba el espacio de Oier. La sociedad que conforman Ángel y Molina confirmó el temor generado. Son los epítomes del gol y los abanderados del juego ofensivo propuesto por la escuadra del Sur de Madrid. Tienen experiencia y química. Ángel parece haber alcanzado en tierras madrileñas la paz espiritual que cualquier atacante necesita para explotar. Lo advierten sus números. El cancerbero vasco frunció el ceño en varias ocasiones. Su mirada, a veces, inquebrantable anunciaba los vaivenes de un partido disputado a corazón abierto. Molina chocó con el poste su portería en una colada de Ángel. El Getafe anunciaba tormenta en cada aproximación, pero la tormenta no acabó de estallar. El encuentro era de ida y vuelta. Contestaba Morales e Ivi.

La ruleta rusa aplicada a la disciplina del balompié. La mente de Ivi desconoce el miedo. Hay duende en sus botas y osadía en su mirada. Su capacidad para inventar parece ilimitada. El Levante seguía vivo, pese a las reiteradas razzias de Ángel y las envestidas de Amath. Paco López, fiel a su libro de estilo, saltó al Coliseum con dos atacantes. El Comandante y Roger fueron los escogidos para el estreno del entrenador en el universo de la Primera División. El técnico de Silla prefirió el juego más ágil y vertical de Morales como acompañante del Pistolero. En la línea de medios Campaña y Lerma se encargaban de acompasar la fuerza con la plasticidad. Eran los elegidos para mover el cotarro. La versión azulgrana se caracterizó por su atrevimiento. Un dato; en media hora había sacado cuatro saques de esquina. Y nunca dejó de mirar hacia la zona resguardada por Guaita. El Levante se aferró a la vida en esa cruel batalla por sobrevivir. Lo hizo en el segundo acto después de superar una crisis tras una acción protagonizada por Ángel que acabó con una detonación de Molina que remató el atacante canario por encima del larguera tras el rechace del cancebero de Irún. Fue el final del Getafe y el principio del Levante. El equipo azulgrana mostró aplomo y madurez para manejar con mayor destreza la confrontación. Su capacidad asociativa aumentó exponencialmente. Y la estrategia ofreció réditos. Róber Pier rozó el gol que conquistó Coke para vencer al miedo y apelar a la ilusión.


Getafe CF: Guaita; Damián, Djené, Bruno, Cabrera; Arambarri, Fajr (Gaku, 87'), Portillo (Álvaro, 80'), Amath (Merveil, 75'); Molina y Ángel.

Levante UD: Oier; Coke, Cabaco, Róber Pier, Luna; Ivi (Lukic, 90'), Jason (Boateng, 59'); Campaña, Jefferson Lerma, Morales; y Roger (Bardhi, 69')

Árbitro: Trujillo Suárez (Tinerfeño). Amonestó con cartulina amarilla: Campaña, Ángel, Bruno, Pedro López, Cabaco, Ivi, Coke, Amath, Damián, Molina, Oier, Bardhi. Tarjeta roja Koke (82').

Goles: 0-1 M. 79 Coke.