Su cuerpo se tensó, su mirada se agitó mientras en su rictus se dibujó la mueca que identifica al gol. Roger corrió hacia la banda arropado por el resto de sus compañeros en una imagen tan tierna como bella que destila complicidad y principalmente unidad. El duelo encaraba su ocaso y la jefatura de mando granota no podía ponerse en duda, si bien esa patente superioridad surgía rodeada entre signos de interrogación. El gol se resistía, pese a la catarata de ocasiones gestadas ante la meta defendida por José Juan. Fue una constante desde la epifanía del encuentro, aunque la ansiedad, ya en el prólogo del final, podía corroer el estado anímico del grupo levantinista. No erró el atacante azulgrana desde los once metros en un momento mayúsculo para el devenir de la cita ante la sociedad lucense. El arquero gallego venció hacia su derecha y Roger escogió el flanco izquierdo para tocar con extremada suavidad el balón. Su fiabilidad es notable en el curso en recorrido. Y su expediente anotador, que había quedado varado en las últimas semanas, sigue aumentando. Roger había acaparado elogios en la rueda de prensa de Muñiz que presentaba el duelo ante el Lugo. El goleador respondió con la fábrica del penalti que supuso la diana ganadora y con infinidad de apariciones en el interior del área. Solo el palo se interpuso en su cruzada personalizada por la consecución del gol después de recibir un pase filtrado de Postigo que le dejó desnudo ante el cancerbero del Lugo. Esa acción se desarrolló en el primer acto con el Levante en plena vorágine atacante.

El cronómetro tuvo que superar la barrera del minuto setenta para plasmar la supremacía del Levante, si bien, con anterioridad, todas las certezas parecían estar de su parte. Los pupilos de Muñiz se esmeraron desde la epifanía del partido. El balón se convirtió en un bien preciado que manejó con soltura. El Levante emergió desde el vestuario con decisión y con brío. El colectivo deseaba brindar la primera victoria de 2017 ante su masa social ante un adversario ubicado en la zona noble de la tabla. En ese sentido, era el típico encuentro para enviar un mensaje diáfano al resto de los inquilinos de la categoría. El bloque se sentía poderoso. La posesión del balón no se discutía y las ocasiones fueron ensombreciendo a la escuadra de César Sampedro. No se sintió cómodo el Lugo en el primer acto. Y la mejor noticia fue alcanzar el ecuador del partido con igualdad en el marcador.

El equipo gallego había caminado por el borde del infierno, pero se sentía vivo a la conclusión de los primeros cuarenta y cinco minutos. Son las paradojas inherentes a una disciplina susceptible de cambiar en un plis-plas. Quizás una de las virtudes cardinales del Levante fue negar las prestaciones que caracterizan al Lugo. Sobre el verde de Orriols no se materializó esa imagen y punzante atrevida que singulariza el juego lucense. El ímpetu arrollador del Levante le obligó a dar dos pasos sobre sí mismo para tratar de guarecerse, pero, en ocasiones, replegarse no siempre significa defender mejor y con más orden. Fue el caso. José Juan y la madera sustentaron al Lugo durante buena parte del recorrido del duelo, principalmente en el capítulo inicial. El Levante se protegía lejos del área de Raúl. Desde esa perspectiva, apenas si hubo noticias del Lugo en ataque, pese al respeto que generaba la figura de Joselu.
El cuero parecía levitar sobre el pasto del coliseo azulgrana para posarse sobre las bandas. Insa y Campaña jerarquizaban en la línea de medios y Espinosa conducía con gracilidad tratando de asociarse con la punta del ataque. El Levante era pulcro en sus movimientos y académico en sus decisiones. Su fútbol tenía sentido y adquiría consistencia. Las imágenes eran antitéticas. El Lugo era la representación del sufrimiento. Durante muchos minutos perdió el rastro del esférico. El cuadro lucense se ahogaba en un mar de piernas levantinista cuando trataba de aventurarse en dirección hacia la portería granota. El Levante era todo lo contrario; se sentía valeroso, si bien no concretaba el gol. Las últimas semanas han permitido corroborar el regreso de Rubén. La noticia parece excelente por todo lo que significa y por las posibilidades que ofrece.

Después de un largo ostracismo, fustigado por las lesiones, sus piernas vuelven a bombear fútbol. Lo demostró nada más posicionarse sobre el verde. Rubén conquistó la línea de fondo y trazó un centro templado que no pudo rematar Roger. Fue el punto de inicio de un vendaval de ocasiones. Pedro López chocó con la cepa del poste y Roger se estrelló con el palo. Campaña probó la consistencia de José Juan y Róber Pier cruzó en exceso en una aventura por las antípodas de la zona en la que se ubica. El escenario no cambió en la reanudación. Natxo Insa tropezó con el cancerbero lucense al igual que Campaña. El gol se resistía y el tiempo menguaba peligrosamente, pero no hubo indicios de zozobra. En ese instante, apareció Roger para hacer la luz desde el punto de penalti. El Levante contuvo la respiración en los minutos finales aunque Morales y Lerma pudieron redondear la victoria.
Levante UD: Raúl, Pedro López, Postigo, Rober, Toño, Campaña, Espinosa (Lerma, m.85), Natxo Insa (Verza, m.67), Rubén García (Jason, m.72), Morales y Roger.
CD Lugo: José Juan, Jordi Calavera, Marcelo Djaló, Miquel, Leuko, Campillo, Seoane (Fede Vico, m.75), Pita, Pedraza (Brayan Perea, m.80), Joselu y Caballero (Iriome, m.62).
Árbitro: Gorostegui Fernández (Colegio vasco). Mostró tarjeta amarilla a los locales Campaña y Verza y a los visitantes Seoane, Leuko y Joselu.
Goles: 1-0. M. 73. Roger