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Primer equipo

El Real Valladolid, un rival que dibuja una sonrisa en el rostro de Casadesús

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Apareció embozado por el segundo palo de la meta vallisoletana para impactar con virulencia un cabezazo ganador inapelablea la estirada de Jaime Jiménez. Era el minuto veinticinco de la confrontación que cruzó al Levante y al Valladolid en el Estadio de Zorrilla y Víctor Casadesús conseguía estrenar su expediente anotador con la elástica azulgrana después de rubricar un perfecto servicio que procedió de las botas de Andreas Ivanschitz. El internacional por Austria metió una rosca endiablada que el atacante balear procesó para inaugurar el marcador en un encuentro adscrito a la jornada vigesimoquinta de la competición en la máxima categoría del ejercicio 2013-2014. Aquel duelo contaba con un componente adicional que realzaba su naturaleza, si se centraba la atención en la composición de los dos banquillos. Juan Ignacio Martínez emergía como conductor del Real Valladolid después de un pasado efervescente en la sociedad azulgrana trufado con una estelar aparición por la Vieja Europa. Juan Ignacio ante Caparrós; pasado y presente.

Durante muchos minutos el Levante, merced a los efectos de la diana de Víctor Casadesús, se sintió indemne sobre el verde del coliseo castellano. Sin embargo, la escuadra de Caparrós no ajustició a su rival y Javi Guerra, un viejo conocido de la historia levantinista, restituyó el partido tras superar a Keylor Navas. No hubo alteraciones en el luminoso, pese a que el capítulo definitivo del partido acababa de comenzar y restaban infinidad de emociones que domesticar. Casadesús dejó impreso su distintivo en su segunda confrontación oficial con la entidad azulgrana. El delantero había debutado un par de semanas antes en el coliseo de Anoeta en el marco de un duelo ante la Real Sociedad que le devolvió a un escenario que no tenía misterios después de una estancia en las filas de la institución realista en calidad de cedido por el Real Mallorca, su club de origen.

En cierto modo, la diana conquistada en el Estadio de Zorrilla acreditaba cada una de sus características personalizadas cuando profundiza por el espacio que le conduce a la portería contraria. Es indudable que las acciones aéreas estimulan sus sentidos. Parece una norma del todo inquebrantable a la vista de su currículo. Casadesús se convierte en un ente indetectable para la mayoría de sus oponentes. Pierde sustancia para emerger y adquirir consistencia y poderío. En una milésima de segundo su figura se desvanece hasta evaporarse para, de repente, materializarse y agigantarse sobre sus adversarios. Todo acontece a una velocidad de vértigo. En ese breve lapsus temporal el delantero ha dejado atrás a su marcador. Quizás haya que buscar una respuesta desde la ciencia de la física para conseguir una explicación este fenómeno que ha contado con distintas reediciones desde su conversión en futbolista blaugrana coincidiendo con la apertura del mercado invernal del ejercicio 2013-2014.

En ese punto de la cronología Casadesús siguió anclado al Mar Mediterráneo, aunque permutó Mallorca por Valencia para alojarse en el Ciutat. Caparrós ejercía de aglutinante después de converger en las filas de la entidad mallorquinista. Fue el arranque de una entente que se mantiene en el tiempo más presente. Desde esa fecha bordea los ochenta partidos con la asunción de doce goles. Su estreno como levantinista fue ante el Valladolid, pero no es el único tanto que presenta en su expediente ante este rival. En la quinta jornada del ejercicio 2007-2008 volteó el típico enfrentamiento de dinámicas contrapuestas en el Iberostar Estadio en función de los hechos desarrollados sobre el césped. La furia devastadora del Real Mallorca se materializó en la reanudación. Nunes y Arango minimizaron los goles de Ogbeche y Víctor, logrados en el nacimiento del encuentro. Casadesús rompió la igualada tras una asistencia de Guiza en los minutos finales y Arango remachó una remontada titánica.