Skip to main content
Primer equipo

El regreso del Pistolero al feudo de La Romareda

Aún no hay reacciones. ¡Sé el primero!

Roger no olvida la experiencia que supuso hacer la valija en busca de nuevas aventuras de calado en el universo del Real Zaragoza. Fue en el verano de 2013 cuando entendió que en la disciplina del balón redondo, en infinidad de ocasiones, hay que arriesgar y emprender una huida desde esa zona de confort que te envuelve, y desde ese entorno más cercano e íntimo que genera confianza y quietud, para proyectarse hacia lo desconocido a la captura de certezas. La valentía y el arrojo se convierten en componentes capitales para no mirar todo lo que queda por detrás. Por lo general hay razones poderosas y una finalidad que guía ese salto en aras a escrutar caminos que no están ni identificados ni tampoco definidos. Resulta muy posible que todas esas emociones, de naturaleza muy divergente, se amotinaran en el interior de la mente del Pistolero en la configuración de la respuesta finalmente adoptada. Roger decidió con firmeza que era el instante oportuno para abrir un paréntesis en su trayectoria vital como futbolista asociado al cosmos del Levante.

Para emerger siempre hay que exponer. Puede que sea una máxima. Por esa razón aceptó la permuta que significaba cambiar el vestuario del Ciutat por el verde de La Romareda. El tiempo ha avanzado inexorablemente desde aquel verano de 2013 y Roger volverá a pisar mañana el estadio que un día sintió como suyo tras la entente adquirida con la sociedad aragonesa en calidad de cedido. Nunca regresó a ese escenario desde su estancia en las filas del club maño. Detrás de una acción siempre germina una idea y siempre surge una maniobra que concede valor a la decisión adoptada. Atrás quedaban infinidad de recuerdos lustrados con una candente pátina de brillo. Los afluentes de la memoria son poderosos y muchas veces irreductibles. El relato del primer gol en el marco de la elite con la camiseta azulgrana, para reconquistar un partido que parecía perdido en el feudo de Balaídos, la sonrisa diáfana tras la diana frente al Alcorcón en el Ciutat, en el formato de la Copa del Rey, o el fuego ardiente que sintió en su interior durante la jornada que significó su estreno en la máxima categoría con Juan Ignacio Martínez en el banquillo. Todo permanece perfectamente alineado en su cabeza.

Roger descollaba en el filial del club azulgrana. Sus botas estaban imantadas al gol. Brotaba como una deliciosa insinuación, pero trataba de convertirse en una realidad en un espacio devastador capaz de borrar tu huella sin ningún tipo de indulgencia. Y ese recorrido no siempre es sencillo de plasmar. Roger siempre ha acentuado la validez de la experiencia que vivió en primera persona como futbolista de la sociedad del león. El cambio de rol que sintió era perceptible. De meritorio en las filas del Levante a protagonista en una entidad que buscaba resucitar la efervescencia evocadora de tiempos anteriores en el ecosistema del fútbol. Aceptó el reto con naturalidad y dejó doce muescas en forma de dianas. El Pistolero regresará al coliseo de La Romareda mañana. Lo hace ungido por el gol y como uno de los principales tenores del ejercicio de Liga 2016-2017. Y parte de los códigos del balompié que hoy conoce y marcan su hoja de ruta los descodificó sobre su verde.