
Espinosa marca la diferencia y un golpe letal de Jason concede el primer triunfo del curso
Lo había advertido Espinosa durante la pretemporada en varias ocasiones. Sus escaramuzas cuando avanza con firmeza hacia la meta contraria le convertían en un factor diferencial. Hay magia y precisión en sus botas y en ese instante se acentúa una doble sensación que enfatiza, por una parte, la enorme dificultad para rebañarle el cuero y, por otra, la posibilidad de que suceda algún hecho inesperado que pueda alterar de raíz el diseño de la confrontación para cambiar definitivamente su paso. Espinosa domesticó el balón en el centro de la medular y enfiló con velocidad en dirección hacia la portería defendida por Munir. Por ese camino, que nació repleto de maleza, fue dejando defensores mientras sus sensores le indicaban que Jason aparecía por el costado izquierdo del campo. No era una simple intuición. El atacante bordeó el área de su rival y ajustó el esférico sobre la entrada del gallego. Jason ajustició con sutileza al arquero soriano. Espinosa hizo la luz en medio de la tenebrosa oscuridad. Fue un haz de luminosidad que cambió el sino de un duelo arenoso y de atmósfera metálica. La victoria condensa cómo hay que moverse por el firmamento de LaLiga 1|2|3. El Levante se guareció sobre sí mismo, para cerrar a cal y canto el arco de Remiro, aprovechó una acción de un jugador desequilibrante y supo manejar los tempos del duelo y adecuarse a su contexto, principalmente cuando quedó en inferioridad como secuela de la expulsión de Toño y tuvo que tirar de oficio y experiencia para resguardar la exigua ventada adquirida.
Quizás le había avisado el Huesca en el enfrentamiento amistoso disputado en Teruel hace tan solo una semana, pero por si había algún tipo de duda al respecto el Numancia corroboró el sentido que impera en la categoría de Plata también denomina LaLiga 1|2|3. Nada es lo que parece si se trata de establecer una estrecha relación con el pasado del que ha disfrutado el Levante en los últimos tiempos. No hay un cambio radical en cuanto a los escenarios, el verde sigue siendo verde, los campos como el feudo de Los Pajaritos honran al fútbol, y el balón no ha perdido la esfericidad que lo caracteriza desde la noche de los tiempos, pero sí que hay una permuta notable en las mentalidades. Conquistar un espacio alojado sobre el césped se antoja toda una heroicidad, adquirir en propiedad un metro con el fin de avanzar en dirección al marco contrario cuesta sudor, lucha y lágrimas y los espacios parecen encogerse ante la mirada escrutadora de los jugadores, principalmente para los centrocampistas, en principio los jugadores que parecen llamados, por su cualificación, a desentrañar, rastrear y fundamentar los pasadizos que conducen en dirección hacia el gol. Así que el paisaje está dominado por un bosque de piernas de compleja accesibilidad.
Son los condicionantes que marcan la categoría. Y se antoja una evidencia que hay que partir de estas premisas para en primera instancia sobrevivir y más tarde establecer las distancias. El Levante se encontró en el coliseo de Los Pajaritos de Soria un encuentro emotivo, repleto de tensión y sumamente competitivo desde el principio hasta el final de aquellos en los que quizás hay más intenciones que certezas en cierto modo derivadas de la altura del eje en que se sitúa la cronología. El nivel de exigencia fue supino. No hay profundidad todavía. Es muy pronto para defender teorías inamovibles. Es una evidencia que el colectivo azulgrana atraviesa por un período de formación y de ensamblaje ante el ajetreado mercado veraniego que ha producido una metamorfosis en la confección del grupo. El duelo resultó extenuante y el Levante se alistó al partido desde el primer minuto. No rehuyó del mismo. Ni se mantuvo alejado. Aceptó los condicionantes para evidenciar un fuerte sentido gremial. Siempre estuvo erguido y batallando, inclusive cuando se quedó en inferioridad tras la expulsión de Toño.
Luchó con fruición por el dominio del balón desde la medular y aceptó que había bajar al barro para mantenerse con vida en la contienda. El hecho adquiere preponderancia para pugnar en un medio en el que solo los más fuertes y preparados resisten. El pulso en la zona de medios fue realmente trepidante. En ese punto se concentran los caracteres igualitarios de la división. Hay poco espacio para la lírica y para conjugar con la estética y, por el contrario, una lucha sin tregua, siempre que la intención sea manejar las coordenadas de los partidos. Los choques son de ida y vuelta y el balón sobrevuela las cabezas de los mediocampistas. En ese sentido, el bloque que conduce Muñiz se mostró pragmático y muy comprometido. El Levante adquirió consistencia en la retaguardia. Es el punto de partida para buscar nuevas aventuras por la geografía contraria del rectángulo de juego. De hecho Remiro apenas si estuvo exigido durante el cómputo general de la cita. Le costó al colectivo azulgrana hilvanar su fútbol. Fue un partido denso. No obstante, hay calidad en los borceguís de los futbolistas granotas. Espinosa reclamó el balón para diseñar el gol de Jason. Fue un golpe certero y una manera de rasgar un encuentro que contará con reediciones.
CD Numancia:
Levante UD:
Árbitro: González Fuertes (Comité asturiano). Expulsó, por doble amonestación, al visitante Toño García (min. 60) y a los locales Unai Medina (min. 78) y Pedraza (min. 84), por roja directa, por sendas entradas al contrario. Enseñó cartulina amarilla a los numantinos Julio Álvarez, Capilla y Callens y a los visitantes Verza, Rafael y Natxo Insa.
Goles: 0-1. M. 59: Jason.