Para Giusuppe Rossi fue un acto funcionarial, puramente protocolario podría advertirse, a la vista del desarrollo y de la resolución de la ejecución de la pena máxima cometida sobre Morales en los minutos finales del primer acto en el Ciutat que conllevó la segunda diana de la cita ante el Getafe. Para el Levante significó quebrar una maldición que se mantenía desde el 7 de febrero de 2015 con el Málaga como adversario en el feudo levantinista. Era una especie de anatema que le acompañaba y le martirizaba durante el presente ejercicio liguero y que parecía perpetuarse en el tiempo con el eje de la cronología posado sobre la vigesimoquinta jornada del campeonato de la regularidad. El relato del curso liguero comienza a adquirir profundidad y la relación entre el Levante y esa faceta del juego, es decir la pena máxima, era inexistente. No había rastro en tal sentido.
El atacante italiano decidió pausar la ejecución, de forma deliberada, para recrearse con el corazón de los aficionados de Orriols. Rossi miró fijamente a Guita para retarle en una acción en la que ambos protagonistas quedaron desnudos con el balón acaparando la atención. Rossi, aguantó estoicamente la presión del cancerbero y jugó sus bazas. Detuvo su carrera en varias ocasiones para elegir el costado derecho del arquero valenciano. Fue un lanzamiento sutil que zanjó alzando el dedo índice hacia el cielo ennegrecido del Ciutat como expresión del éxito obtenido. Posiblemente Il Bambino, en ese instante, era totalmente ajeno al significado de la acción concedida por González González tras la caída de Morales en el interior del área madrileña. El delantero acaba de aterrizar en el ecosistema blaugrana. No obstante, no existían precedentes en tal sentido en la competición en recorrido. Era el primer penalti señalizado. La escuadra que prepara Rubi ostentaba un dudoso registro; era el único equipo de la categoría que no había estrenado este particular expediente en la narración liguera. Y las confrontaciones se van sucediendo desde que la Liga BBVA alumbrara en las semanas finales de agosto de 2015.
Rossi no erró ante Guaita. El transalpino demostró que es un consumado especialista en la materia. La realidad dictamina que en experiencias anteriores asumió el rol desde los once metros con unos porcentajes de éxito notablemente elevados. Sus botas están afiladas. La estadística se encarga de avalar esta fiabilidad que el atacante corroboró en el Ciutat con suspenso incluido. Rossi elevó su registro personalizado ante el Getafe en el universo de la Liga BBVA. Con anterioridad, había paladeado el dulce sabor del gol tras las dos dianas conseguidas con la camiseta del Villarreal. El Levante acabó con una condena que parecía eternizarse. Hay que regresar hasta el curso pasado para consignar el postrer precedente. Aconteció en el choque que midió al bloque que dirigía Lucas Alcaraz ante el Málaga en el Ciutat de València. Aquella jornada Barral transformó dos penaltis para conseguir el segundo hat-trick de la historia en Primera División. Fue el 7 de febrero de 2015.