
La distancia entre el bien y el mal en la disciplina del balompié puede ser muy angosta. Quizás lo sintió en primera persona José Campaña. Un escalofrío recorrió el cuerpo del mediocentro cuando comprobó el mortífero viaje que emprendió el balón. Parecía una acción de resolución funcionarial. El centrocampista se revolvió sobre sí mismo en busca de Oier. No había salida diáfana por el horizonte y tiró dos pasos hacia atrás en busca de protección. No obstante, se coló furtivamente en ese escenario Joselu para interceptar el esférico. El atacante no erró ante la mirada desesperada del cancerbero vasco. La noche de Oier había sido superlativa. Tan solo unos minutos antes Campaña había pisado la corona del aéra lucense para probar la capacidad de resistencia de Roberto. La jugada permanecía todavía en su retina. El disparo envenenado del futbolista andaluz consignó la agilidad de reflejos del portero local. Hasta el mejor y más distinguido escribano puede tener un borrón que no empaña la dimensión que ha adquirido en un ejercicio estelar. El partido murió en las botas de Joselu después de agitarse en la recta definitiva. El balón rondó por las dos áreas para acomodarse definitivamente en la azulgrana. En cierto modo, fue una despedida que conllevó la tragedia entre sus pertenencias. Con Roger alejado del mundanal ruido por una inoportuna lesión, Joselu tomó ventaja en la despiadada lucha por ceñirse la corona de laurel que inviste al goleador más clarividente de la categoría de Plata.
Una cierta melancolía parecía impregnar la atmósfera del Anxo Carro en su despedida de la temporada. En el corazón de Galicia, tierra de meygas, y también de brumas y de sombras, cruzaban sus caminos dos representaciones con sus destinos marcados. El enfrentamiento estaba desprovisto de heráldica. No había picante. Tampoco esa presión desaforada inherente a cada cita por la suma de los puntos. No suele ser una norma común en el ámbito de la Segunda División A este tipo de duelos carentes de lustre. Las distancias, por definición, nunca son definitivas y las batallas no concluyen hasta que no se oculta el sol para no volver a salir. No fue el caso, si se fija la atención en el choque entre el Lugo y el Levante. Quizás nadie podía prever hace tan solo unas semanas un duelo sin la aparición estelar de los principales killers de la división. No hubo tregua en la pugna mantenida entre ambo durante la evolución del ejercicio.
La suerte fue esquiva y cruel con Roger. Más llamativo fue el ostracismo de Joselu. Lo cierto es que el ariete de la escuadra gallega quedó purgando penas en el banquillo de inicio. De hecho, no pisó el verde hasta sobrepado el minuto sesenta, aunque en perspectiva podría advertirse que su inclusión tuvo efectos devastadores para el bloque que prepara Muñiz. Juanlu transformó el encuentro. Un velo no turbó sus ojos cuando se enfrentó al guardameta granota. Le costó al Levante cogerle el sentido a la confrontación. La trama cercaba peligrosamente la portería defendida por Oier. El cancerbero vasco afrontó la cita desde la trascendencia que marca una auténtica final. No hay duelos menores cuando se trata de reivindicar tu estela. Y hay hechos que confirman esta tendencia. Oier apretó los puños con rabia para celebrar una mano milagrosa tras un cabezazo de Caballero.
Oier surgió desde la nada para preservar la virginidad del espacio defendido. Mostró intuición, reflejos de felino y colocación durante noventa minutos notables. Su repertorio fue extenso y poliédrico por el contenido de sus manifestaciones. El Lugo dio muestras de su peligrosidad en las acciones aéreas y proyectándose desde el costado derecho del verde. Gil y Caballero midieron la fortaleza de Oier. En todas las jugadas salió idemne del desafío. En diferentes momentos de la confrontación sostuvo con sus guantes recios a un Levante que avisó de sus intenciones, en las postrimerías del primer acto, con una falta magistral de Rubén que chocó con la escuadra de Roberto y que revivió ya entrada la reanudación. Morales, Campaña y Casadesús dieron más consistencia y empaque al bloque azulgrana. Robertó dejó su tarjeta de visita en esos instantes. Sin embargo, todo concluyó con la diana de Joselu.
CD Lugo: Roberto; Leuko, Djalo, Ignasi Miquel, Manu; Carlos Pita, Sergio Gil; Iriome (Fede Vico, 66'), Campillo, Yelko Pino (Igor Martínez, 79'); y Caballero (Joselu, 67').
Levante UD: Oier; Iván López, Saveljich, Chema, Abraham; Lerma, Verza (Campaña, 59'), Espinosa (Casadesús, 73'); Rubén García, Montañés (Morales, 63') y Juan Muñoz.
Árbitro: Figueroa Vázquez (Colegio Andaluz). Amonestó a los levantinistas Abraham (16'), Saveljich (53') y Morales (83').
Goles: 1-0, min. 86: Joselu.