
Levante-Real Madrid; un partido para soñadores
Lo advirtió López Muñiz en la habitual rueda de prensa previa al duelo ante el Real Madrid en las instalaciones de la Ciudad Deportiva de Buñol. Acentuando el contenido de cada sílaba certificó que había que rozar la perfección y abordar la excelencia para tratar de desequilibrar y combatir los argumentos, en ocasiones del todo irrebatibles, del combinado que prepara desde el banquillo Zidane. La reflexión emitida por el conductor de la nave azulgrana incide en el perfil de partido que el preparador asturiano imagina plasmar sobre el verde ante el desafío, de proporciones ciertamente desmedidas, que supone medir las fuerzas con uno de los transatlánticos del universo balompédico mundial. “Para competir ante el Real Madrid hay que hacer un trabajo perfecto”, asumió sin ambages en un intento por espolear la conciencia del colectivo granota. Quizás sea un pensamiento universal para tratar de frenar a la maquinaria que lidera Ronaldo.
Lo cierto es que el pensamiento resulta ilustrativo de las demandas del técnico. Muñiz propone un enfrentamiento que hay que manejar desde la madurez, en la asunción de los componentes tácticos y la toma de decisiones siempre adecuadas, pero también desde la valentía y desde el coraje. Una vez más en la disciplina del balompié los aspectos deportivos y las cuestiones mentales parecen conjugar en la búsqueda de un éxito de corte superlativo por todo lo que supone. Cuerpo y alma se solapan. Botas recías y fortaleza sobre el verde y destreza mental para superar los obstáculos que el partido pueda ir ofreciendo en virtud de los acontecimientos gestados. Los tangibles y los intangibles unen sus fuerzas. Quizás sea la fórmula para oponer resistencia a un equipo sideral. Sobre el césped del Ciutat de València surge un enfrentamiento que nace desde la irreflexión. Parece incuestionable que el Levante debe tener un punto de insensatez, de temeridad y de intrepidez para hacer frente al poderoso Real Madrid. Quizás haya que echar la vista atrás para materializar esta idea.
Hubo un tiempo, y no excesivamente alejado del presente, que las confrontaciones entre la entidad de Chamartín y el club del barrio de Orriols, en tierras valencianas, anunciaban una rivalidad que rebasaba el contexto en el que circunscribía cada escuadra. Era una especie de cuestión de fe. Asido al coraje y a una furia desatada la sociedad levantinista conseguía minimizar las distancias, abismales, que separaban a ambos oponentes. Aquellos días de efervescencia y de gestas titánicas se materializaron con el triunfo inolvidable liderado por Kone tras una cabalgada desatada de Javi Venta por el costado derecho del ataque azulgrana. Nadie como aquel Levante lideraba la contrarrevolución. El Ciutat de València se convertía en una prueba de exigencia para el combinado blanco. Era una caldera que entraba en ebullición. El Levante fue capaz de erosionar su capacidad de resistencia. No era una tarea sencilla salir indemne del coliseo granota.
De regreso al presente, quizás sea un partido para soñadores. No obstante, la respuesta de Ivi cuando se le cuestiona por el tipo de imagen que debe mostrar el Levante para opositar al triunfo es algo más mundana. “Tendremos que estar muy juntitos y salir con velocidad”. La idea implica un esfuerzo titánico para mantener el rigor y el orden y clarividencia para armar la contraofensiva. En definitiva; implica vivir al límite y a la contra. Desde la rebeldía al status quo marcado se puede cambiar el destino. El Levante se acoge al espíritu gremial del Santiago Bernabéu. Allí cazó un puntazo, sin Bardhi, ni Morales, en una demostración de confianza y de unión. Es la imagen y el estilo que ha de impregnar al colectivo mañana en una cita de dimensiones colosales. Muñiz pierde a Campaña y a Chema. Los dos jugadores están sancionados. Por el contrario, recupera a Postigo y a Róber Pier.