
Los goles de Sérvulo y Congo en el destierro de Avilés
Fue un partido desprovisto de heráldica entre dos adversarios que ya habían pronunciado su última palabra en el formato de la competición liguera en la categoría de Plata. Sin enjundia y carente de abolengo, el choque en tierras asturianas entre el Levante y el Real Oviedo se convirtió en una mera cita de contenido funcionarial que serviría de epílogo al curso liguero de la temporada 2002-2003. Sonaba a elegía la confrontación, principalmente para el equipo carballón que en ese instante de la cronología ya sabía con determinación que su suerte estaba echada tras consumar un ascenso a Segunda B después de dibujar, en el tiempo más cercano, una amplia trayectoria en el ámbito de la Primera División, aunque la caída sería bastante más severa y mucho más pronunciada. El Levante había cruzado su destino con la elite en distintas fases de un ejercicio que nació con la contratación de Pedja Mijatovic como estandarte y abanderado de la causa granota junto a Amato. El ansiado regreso a la principal categoría se difuminó de raíz en el tramo final de la campaña para posponerse.
Al Levante le faltó fuelle y vigor para llegar a la meta planteada. El duelo clausuraba el mes de junio de 2003. El encuentro quedó concertado para la tarde del sábado 28 de junio en el destierro de Avilés, como resaltaron los medios, como consecuencia de los graves incidentes que salpicaron el enfrentamiento que, con anterioridad, había reunido al Oviedo y al Sporting en el Estadio Carlos Tartiere. Síntoma del escaso rango que adquiría la confrontación fue su emplazamiento para la jornada del sábado cuando la mayoría de los duelos con fuste, básicamente en la titánica batalla por la supervivencia, estaban programados para el domingo. Era una jornada de despedidas. Aguado y Aragón ponían fin a una exitosa etapa en el balompié profesional como futbolistas del Real Zaragoza y el Estadio Insular, la morada de Las Palmas, echaba el telón para imbricarse en el imaginario del futbol nacional.
La escuadra azulgrana, que en las postreras semanas de la competición dirigió José Goméz, tras el cese de Cantarero, marchó hasta Avilés con las ausencias de Mijatovic, Amato, Ettien y Olías. El partido no tuvo épica. No hubo héroes, ni acciones de leyenda. Fue un choque de corte ataráxico entre dos adversarios que habían perdido las emociones que, en ocasiones, dimensionan la disciplina. Sérvulo y Congo rubricaron la última victoria del curso desde una perspectiva azulgrana que permitió firmar la mejor temporada en la categoría de Plata desde el ascenso de la década de los sesenta. El rastro del duelo, que se anuncia para el próximo fin de semana en el Estadio Carlos Tartiere, se perdió en ese punto del relato temporal. El Oviedo se sumergió en una espiral de terribles contradicciones que amenazaron con reducirle a cenizas. La entidad se paseó por el averno antes de emerger de nuevo con potencia. La sociedad granota acabó con una maldición que le perseguía y atomizaba cada uno de sus movimientos con su adscripción a la Primera División, a la conclusión del ejercicio 2003-2004, bajo la advocación de Manuel Preciado como técnico, pero ese logro histórico no le alejó de la tragedia, si bien fue capaz de recomponer su alma con velocidad y consignar uno de los períodos más excelsos y soleados de su centenaria trayectoria.
En ese sentido, el latido de esa narración está todavía muy cercano. No se augura un duelo anoréxico el próximo sábado en territorio carballón a partir de las 18:00 horas. El pasado no converge con el presente. El choque suena a partido mayúsculo, en un gran escenario, entre dos equipos que fundamentan su compromiso sobre el verde en la incesante búsqueda de la victoria. No habrá tregua. No habrá concesiones. Ni habrá armisticios. El líder tratará de alimentar con hechos la condición que ha conquistado en cada uno de los enfrentamientos disputados en la competición frente a un oponente que sueña con rememorar hazañas que todavía perduran en su memoria.