
Enrique Bunbury apostó por el Rock and Roll, como expresó en una canción así titulada que no era de su cosecha propia, pero que estatandarizó hasta convertir en todo un clásico de su repertorio en los conciertos en directo. En clave azulgrana la apuesta es evidente. Tiene nombre y apellidos; José Morales. Su fiabilidad parece extrema y su capacidad para mudar paisajes se antoja del todo incuestionable. Sucedió sobre la moqueta verde del RCDE Stadium en el choque que inauguró la ronda de los octavos de Final de la Copa del Rey. La impronta del Comandante ante la escuadra que prepara Quique desde el banquillo no fue irrelevante. Morales se las apañó para enfrentarse con éxito ante Diego López desde los once metros y reordenar un duelo que parecía ensombrecer Gerard con un inapelable cabezazo. Habían pasado diez minutos y el Levante sufría estoicamente después de desnortar unos movimientos acompasados que habían guiado su destino desde la epifanía de cita para imponenr su dominio sobre el Espanyol. Más tarde, ya mediada la reanudación de la confrontación, surgió de manera imperial para retar a cuantos defensores trataban de amordazarlo. Morales aunó clarividencia, calidad y potencia con el balón pegado a sus botas en un slalon letal que le guió hasta el corazón del área perica. En ese espacio no cayó preso de la ansiedad. Dejó clavado a un defensor, alzó la vista y encontró la complicidad de Ivi.
El atacante madrileño no desaprovechó un presente en forma de regalo para alojar el esférico en el fondo de la red blanquiazul. El Comandante no se rinde. Nunca lo hace cuando defiende la casaca azulgrana. Tampoco entiende de citas menores cuando se ata los borceguís y se adentra en el interior del campo. No estará en el Camp Nou por sanción, por acumulación de amonestaciones amarillas, pero no escatimó esfuerzos en el coliseo españolista en el fomato copero. Su espíritu de supervivencia resulta conmovedor. Su actuación fue portentosa y diferencial. Y el hecho no es anecdótico. Enarboló la bandera de la resistencia primero. Después capitalizó el golpe definitivo que acerca al Levante a la orilla de los cuartos de Final, si bien habría que desterrar triunfalismos a falta de noventa minutos que se antojan repletos de complejidad. Morales mantuvo el tipo y el Levante no se dejó intimidar tras la diana de Gerard.
Quizás fue el momento más crítico de un encuentro que nació desde la convicción desde el prisma levantinista. Los goleadores aprovechan cualquier resquicio para imponer su ley. Es algo genético. No había demasiadas noticias del Espanyol cuando Gerard se elevó hasta el cielo de Cornellà para rematar un centro de Piatti. La dureza del golpe radica en ese aspecto. El castigo fue imponente para un Levante que se siente respaldado y repleto de argumentos futbolísiticos cuando abandona los límites del Ciutat de València. Lo viene demostrando en el marco de la competición liguera y siguió fiel a esas coordenadas que marcan su devenir en el choque del torneo del K.O. Su puesta en acción fue categórica. Muñiz partió de una línea de presión avanzada con la finalidad de neutralizar la salida diáfana de la escuadra local. En distintas fases del primer tramo del encuentro consiguió anular las fuerzas pericas. La posesión era un bien que manejaba con solvencia, pero hay arsénico y pólvora en la vanguardia como acentuó Gerard.
Y su veneno es mortal. Quizás una lectura trascendente de la cita copera fue la capacidad granota para mutar el desarrollo de un duelo marcado por el estreno de Coke como jugador adscrito a la escuadra blaugrana. El futbolista madrileño, con pasado en las filas del Schalke 04 alemán, ratificó que la experiencia puede convertirse en un grado y que su aportación al ecosistema granota puede ser relevante cuando coja el hilo argumental a una competición que conoce en profundidad tras su paso por el Rayo Vallecano y Sevilla. No obstante, Morales fue el principio y el final. No pestañeó desde los once metros, enviando a Diego López hacia el costado contrario al que mandó el balón, en un discutido penalti cometido por Víctor Sánchez y proyectó al Levante tirando de casta y también de sagacidad para confirmar su condición de inmortal y la remontada definitiva. Antes Boateng rozó el gol nada más comenzar el segundo capítulo de la confrontación tras desafíar al arquero local en un cara a cara. Después los palos se aliaron con Raúl. En plena avalancha blanquiazul, ya en los minutos finales, con Doukouré y Róber Pier sobre el campo en un intento por añadir más músculo y nervio a la medular granota, el cancerbero vasco estuvo sobresaliente en un remate de Gerard que destilaba gol.
RCD Espanyol: Diego López, Navarro (Melendo, min 78), Víctor Sánchez, Naldo, Duarte (Darder, min 76), Gerard, Sergio García, Didac Vila, David López, Piatti (Baptistao, min 65), y Granero.
Levante UD: Raúl, Toño, Samuel (Ivi, min 63), Lerma (Róber Pier, min 78), Bardhi (Doukouré, min 57) Morales, Coke, Postigo, Cabaco, Boateng y Campaña.
Árbitro: David Fernández Borbalán. Comité Andaluz. Mostró cartulina amarilla a Piatti, Darder, Bardhi y Lerma.
Goles: 1-0. M. 28. Moreno. 1-1. M. 37. Morales. 1-2. M. 73 Ivi.