
Pedro López se alista a la cita ante el Reus
El Ciutat de València quedó en silencio e invadido por el miedo en los minutos finales de la cita liguera que reunió al Levante y al Mirandés. Las miradas de los seguidores locales quedaron fijadas en la figura inerte de Pedro López. El capitán cayó desplomado tras luchar por un balón aéreo con un atacante de la escuadra castellana. Minutos después abandonaba el feudo de Orriols entre brumas pero, sintiendo el calor y el reconocimiento de la grada azulgrana. Apenas han pasado un par de semanas de una imagen dantesca que perdura en la retina del levantinismo, pero ya forma parte del pasado. El capitán se alista para la confrontación ante el Reus de mañana lunes (20:00 horas). No partió en el once que resbaló en el Coliseum Alfonso Pérez, pero todo parece indicar que recuperará la geografía del costado derecho de la retaguardia; el espacio en el que desarrolla la totalidad de su pensamiento, para expresar sus convicciones sobre el verde. “Ha entrenado a un nivel alto durante la semana”, recordó Muñiz en la jornada de ayer ante los medios de comunicación alimentando la reaparición del lateral.
En un momento de la temporada en el que, en el ecosistema que conforma el Levante, desde una vertiente deportiva, priman sobremanera los valores psíquicos y emocionales su regreso no se convierte en un aspecto secundario. Pedro López es uno de los guías espiritulales del grupo en una campaña de raíz superlativa. Tiene ascendente y embrujo sobre el colectivo. Transmite carácter, disciplina y temperamente. En ese sentido, reúne y ejemplifica los valores que singularizan al Levante de Muñiz sobre el pasto. Y una mirada suya puede ser definitiva para reparar la confianza de un compañero, desterrar el miedo o mudar paisajes abruptos. No se discute la autoestima de un bloque de mirada cautivadora durante el total del ejercicio en desarrollo que divisa a sus adversarios ubicado desde el frontispicio de la clasificación general prácticamente desde el alumbramiento del curso. No hay dudas de su espíritu, que no es precisamente atribulado, ni tampoco de la dignidad que muestra cuando se ancla al pasto para competir frente a sus oponentes.
Quizás pese la presión mental que genera esa situación y el desgaste anímico y emocional que supone saltar al campo para defender esa condición durante cada segundo de la competición. Desde esa perspectiva, cada enfrentamiento conlleva una carga psíquica que supera al anterior. Y a presión resulta agotadora. En ese contexto surge la confrontación ante el Reus. A la lucha deportiva, evidente por las trazas que presenta la escuadra catalana cuando abandona los límites de su estadio, se une la batalla por mantener la mente liberada de impurezas. Parece el sino del Levante cuando la competición anuncia su ocaso definitivo. Así que, partiendo de este plantemiento, los jugadores granotas lucharán contra sus propias emociones interiores y contra un adversario especialmente punzante en calidad de foráneo. Lo determina la estadística y también sus movimientos.
Por el Ciutat aparece el cuarto equipo que mejor se desenvuelve como visitante tras sumar veinte puntos lejos del Camp Nou, aunque las últimas derrotas como local generan inquietud. Es un viajero incómodo. El equipo que conduce Natxo González es capaz de atemperar sus inquietudes y de anestesiar a sus rivales. Y los desafíos supremos no nublan sus juicios, tal y como aconteció en Tenerife. En la Isla la escuadra catalana rasgó el encanto virginal que acorazaba al Estadio Rodríguez López para convertirlo en un espacio invulnerable. Y aquella historia, en su nacimiento, mantiene unas coordenadas parejas con el duelo del Ciutat, el único estadio irreductible de la categoría de Plata. “El Reus intentará conseguir los tres puntos. Será partido muy complicado”, advirtió Jason. Muñiz no se aleja de esa idea. “Fue el equipo revelación durante la primer vuelta. No le marcan muchos goles y rentabiliza los que consigue. Se juegan mucho. Tenemos que llegar en las mejores condiciones y dar nuestra mejor versión”, asume.