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Primer equipo

Rober Pier; el hombre tranquilo

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Posiblemente a nadie le sorprendió su inclusión entre los escogidos para partir como titular en el choque ante el Tenerife resguardando el eje de la defensa en compañía de Postigo. En cierto modo, los precedentes ratificaban esta posibilidad. Fue en Elche. Postigo se descabalgó del once inicial por unas molestias musculares. Con Chema, con la vitola de indiscutible, había que buscar una nueva pareja de baile para mitigar la ausencia de otro de los guardianes de la defensa. Rober Pier se ciñó la camiseta azulgrana para afrontar un choque que se resolvió con una espectacular diana de Campaña desde la estrategia. El desarrollo del partido apuntó en dirección hacia el joven central gallego. No le tembló el pulso. Ni se sintió traicionado por los nervios en su primera experiencia adquiriendo el rol de protagonista absoluto dentro del verde. Su actuación resultó convincente y del todo meritoria. No hubo dudas en su juego. Y sí certezas y evidencias.

Todo tenía sentido a lo largo de la semana pasada. La cartulina amarilla mostrada a Chema abría una nueva vía en la configuración del eje de la retaguardia. La amonestación acarreaba sanción para un futbolista imprescindible en los esquemas de Muñiz. Los nombres de Saveljich y Rober Pier cotizaban al alza. Las jornadas iban avanzando, recortando las distancias con la hora del encuentro ante el Tenerife, y los dos defensores opositaban al mismo puesto. Apenas una hora antes del enfrentamiento el defensor, formado en la cantera de Deportivo, aparecía incluido en la nómina del equipo que opondría resistencia a la escuadra insular desde el minuto cero. No era un partido más en la secuencia liguera del combinado azulgrana. Después de dos derrotas consecutivas como foráneo, en Oviedo y Girona, y dos igualada en el Ciutat, frente al Getafe y Cádiz, parecía el momento más indicado para mudar tendencias, alejar fantasmas y aprisionar fuertemente un triunfo con un alto contenido terapéutico.

Así que brotaba por el feudo de Orriols una confrontación de relativa envergadura no tanto por la profundidad de la temporada sino por el componente anímico. El cuatro saltó al verde totalmente concentrado. En su rictus se dibujaba una sensación de abstracción ante el calado del duelo. No había sospechas, ni tampoco recelos. Únicamente tensión ante la consistencia y el precio de los puntos. El tumulto de la cita no le generó confusión. De hecho, su actuación volvió a ser sustantiva. Es un aspecto reseñable para un recién llegado al balompié profesional que está en fase de crecimiento desde un prisma personal y colectivo. Nunca es fácil aislarse del exterior y centrar la actividad en el epicentro del rectángulo de juego cuando sientes muy cerca el fuego condenatorio del ostracismo. Las cuestiones emocionales pueden ser determinantes. Y tampoco resulta sencillo manejarlas.

Rober Pier ha pasado de puntillas por algunas convocatorias, ha aparecido y ha desaparecido, pero su rendimiento no ha declinado cuando los focos han apuntado a su figura sobre el césped, un hecho que alimenta las expectativas. Su hoja de servicios fue intachable en el duelo ante el Tenerife. Su velocidad fue capital para medirse a Amath y salir indemne de esa batalla personalizada. El zaguero resolvió con rigor cada acción que requirió de su asistencia. Sus decisiones fueron adecuadas. Además mostró una exquisita y pasmosa tranquilidad para poner el balón en juego. Fue imperturbable a las emociones para destilar seguridad y confianza. Y no perdió el sentido ante la prensa cuando se le cuestionó por su participación en la victoria y en futuros choques. “Trabajo cada día al máximo. Siempre trato de estar preparado para responder”, manifestó en un ejercicio de racionalidad y de madurez.