
Róber Pier; un hallazgo sobre el verde del Martínez Valero de Elche
Fue algo así como el génesis. Para Róber Pier, si se trata de escrutar sus movimientos con la camiseta del Levante fijada a su cuerpo, en el ámbito de la Liga 1|2|3, el principio marcha asociado al verde del Estadio Martínez Valero de Elche. Surgía iluminando su expediente una muesca, si se efectúa un rastreo del contenido del choque ante el Cádiz, por mor de la eliminatoria que enfrentó a la escuadra de Orriols y a la representación gaditana en la Tacita de Plata durante los primeros días de septiembre de 2016, pero no había huellas que contuvieran su ADN, ni tampoco indicios de actividad alguna sobre el pasto en el ámbito del campeonato de la regularidad. Podría advertirse que su titularidad fue fortuita; producto de los contratiempos inherentes al habitual desarrollo de la competición liguera. Muñiz tuvo que recomponer el eje de la retaguardia como consecuencia de la lesión que alejó a Postigo del epicentro de la acción. El central madrileño tomó el camino del vestuario en los minutos finales de la cita anterior ante el Sevilla Atlético en el Ciutat de València.
Róber no formaba parte de la convocatoria de los jugadores inscritos para el duelo ante el filial del Sevilla, pero ese aspecto no fue un impedimento de consideración para que saltara al coliseo franjiverde junto a Chema para acorazar el perímetro defensivo blaugrana. El partido, en cierto modo, contenía heráldica desde una perspectiva mucho más íntima y personal. Ese enfrentamiento permitía poner en marcha su particular contador en el universo de la categoría de Plata. Róber no acusó esa condición de neófito que planeaba sobre su figura alimentando el germen de una duda que se encargó de cercenar de raíz con una actuación convincente. Entró en una dimensión desconocida con la pericia de un veterano. No hubo interrogantes en su juego. Y sí certezas y evidencias. No se sintió atenazado por la responsabilidad. No se sintió incomodado por el escenario, ni por la escenografía. Su mirada fue invulnerable.
El defensor se comportó con destreza como si la costumbre fuera un hábito cotidiano y ya lejano. Se sintió exigido, pero nunca amenazado. Se sintió desafiado, pero no intimidado. Se sintió retado, pero no atemorizado. Su actuación fue sustantiva de principio a final. Mostró velocidad para minimizar riesgos y rigor en las decisiones adoptadas con el balón. Manejó las cuestiones mentales y deportivas con suficiencia. En Elche, principalmente en la reanudación, cuando la sociedad local acrecentó sus esfuerzos en pos de una igualada que nunca llegó a concretarse, dejó muestras de un catálogo extenso que el tiempo se encargó de refrendar. Aquella confrontación no estableció una divisoria desde un prisma más personal. Una semana después Róber regresó al banquillo tras la recuperación de Postigo, pero había evidencias absolutas de sus capacidades y de sus prestaciones. Su discurso no mutó. “Trabajo cada día al máximo. Siempre trato de estar preparado para responder”. Tampoco varió una actitud intachable en los entrenamientos cotidianos en busca de una segunda oportunidad que el tiempo le concedió.