
Rubén y Cendrós reducen al Rayo y catapultan al Levante hacia Primera División
“Es nuestra final”, advertía Luis García en el prólogo del duelo ante el Rayo Vallecano dotando de contenido a la cita. Olía intensamente a Primera División. Cada poro del Ciutat de València estaba impregnado por un aroma embriagador procedente de las esferas de la máxima categoría del fútbol español. El Levante se lanzaba de lleno al abordaje de la Liga BBVA. En esa fase de la competición liguera ya había roto definitivamente con unas cadenas que parecían alejarle de un desafío supremo en función de los complejos condicionantes económicos que rodeaban a la sociedad en el ejercicio que coronaba su primer centenario. La magnitud del reto, aunque quizás inesperado, era tangible. Las jornadas se sucedían y la escuadra granota se proyectaba por la clasificación general con ímpetu dispuesto a aprovechar la coyuntura propiciada. El Levante regresó al escenario de Orriols tras propulsarse enormemente como secuela de la sobresaliente victoria conseguida ante el Cartagena (3-5). Fue un triunfo revelador; una especie de golpe contundente con un claro mensaje hacia sus adversarios. Los tres puntos, ante un rival directo en la lucha, contaban con un valor supremo. Aquel triunfo catapultó al grupo hacia un liderato, que compartía con la Real Sociedad, que trataba de proteger.
En ese contexto aparecía señalado el duelo ante el Rayo Vallecano pautado para la tarde del sábado 29 de mayo de 2010 que además contaba con una particularidad: los futbolistas iban a defender los colores azulgranas con el nombre inscrito en su camiseta en Braille, una iniciativa pionera que conmemoraba el bicentenario de ese sistema. El colectivo azulgrana competía contra la entidad rayista sobre el verde del Ciutat de València, se trata de una simple obviedad, pero en el coliseo blaugrana se disputan varios encuentros más. La cabecera de la clasificación, en la categoría de Plata, estaba en juego en los días finales de mayo. Lo que pudiera acontecer en los choques disputados por la Real Sociedad, Betis, Hércules o Cartagena contaba con una trascendencia que no parecía meridiana en el destino levantinista. El foco de la atención principal estaba en el Ciutat, pero la acción se sucedía invariablemente en distintos puntos de la geografía de la Península Ibérica. Todo estaba estrechamente ligado. Y nada de lo que sucediera en otros territorios se antojaba secundario. Las cartas estaban alzadas. Había cinco equipos inmersos en una batalla titánica en pos del codiciado ascenso a la elite.
Ninguno de los aspirantes erró en la semana treinta y nueve de un calendario liguero en Segunda División tan profundo como extenso y devastador, un aspecto que denunció la terrible complejidad de la operación emprendida y la incalculable cotización que pendió de la victoria obtenida ante el Rayo por las huestes blaugranas que mantuvo una encendida lucha en lo más elevado de la tabla entre la representación valenciana y la Real Sociedad con sesenta y ocho puntos compartidos a falta de tres jornadas para la conclusión del campeonato de la regularidad. No obstante, no fue una victoria sencilla de allanar. Rubén Suárez aprovechó un rechace en el interior del área para ajustar el balón a la red. La estirada de Dani fue estéril. El duelo moría en su capítulo inicial y apenas arrancada la segunda parte Pau Cendrós disparaba los sueños de los veinte mil seguidores congregados en Orriols. Cada diana acercaba al Levante al cosmos de la Primera División, pero la expulsión de Robusté varió de un zarpazo la dinámica del encuentro. El Rayo arrinconó a su oponente. El bloque azulgrana acabó agazapado tras la nueva expulsión de Xisco Nadal, pero salió indemne. Susaeta anotó en el minuto 93 desde los once metros. El Levante rozaba un ascenso que consumó dos semanas después ante el C.D. Castellón.