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Primer equipo

Sevilla-Levante; otro partido para espíritus inquietos

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Quizás la derrota ante el Athletic Club en el Estadio Ciutat de València llegó en el instante más inoportuno. Era el típico partido que acentuaba el contenido de la victoria. El Levante podía alejar a un rival con el que comparte espacio en la clasificación y dar un salto de dimensiones considerables en la tabla en el marco de LaLiga Santander. No obstante, el relato del partido forma parte del pasado y la narración de la competición liguera no deja margen para las dudas, ni tampoco para caer preso de las lamentaciones o de la ensoñación. No hay lugar para entrar en juegos que pertenecen a la cabalística, principalmente porque ya no es posible reescribir todo lo sucedido en el feudo de Orriols ante la sociedad vasca durante el último fin de semana. Lo acontecido es inamovible. De ahí la trascendencia que adquiere el tiempo más presente. Y los desafíos se suceden de manera encadenada. La naturaleza del nuevo reto que afronta la escuadra azulgrana tiene forma. El duelo ante el Sevilla en el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán despunta por el horizonte. El choque está pautado para la jornada de mañana viernes a partir de las 21:00 horas. El escenario y el abolengo del adversario confirman la complejidad que entraña la confrontación. Es un encuentro para espíritus inquietos.

No es fácil sobrevivir en el coliseo de Nervión ante un oponente que se agiganta en condición de local. López Muñiz en rueda de prensa fijó las inquietudes que genera el enfrentamiento en territorio sevillista adscrito a la jornada decimosexta del ejercicio. Existe una preocupación de índole deportiva antes las poderosas credenciales que muestra el adversario. “Me preocupa la calidad individual del Sevilla”, resaltó el preparador en el día de ayer evaluando el duelo y fijando la atención en todo aquello que suceda en el interior del campo. No obstante, no es el único pensamiento que le turba. El componente anímico del grupo que dirige es prioritario. En ese sentido, mantener la confianza y desterrar cuestiones tales como la ansiedad o la angustia son aspectos vitales que el entrenador trata de manejar.

“El equipo nunca ha estado en descenso. Salimos en carrera preparados para estar en esas posiciones. Venimos de ganar mucho el año pasado, pero el objetivo es dejar a tres por detrás y cuando más claro lo tengamos, mejor. Hay equipos que están a dos o tres puntos y se habla de revelación. Es cierto que los resultados están ahí y no hay que darle la espalda, pero estamos preparados para estar en descenso y aún no hemos estado”, acentuó tratando de confinar el desasosiego y de distender al grupo. Su discurso es ambicioso. “No vamos a regalar nada al Sevilla”. Lo cierto es que el encuentro tiene calado y envergadura por el grado de complejidad que entraña. No se discute la excelencia, ni la impronta de la plantilla confeccionado en torno a la figura de Eduardo Berizzo, que sigue proyectándose por el universo de la Liga Europea y ascendiendo peldaños por la competición doméstica, pese a la derrota de Chamartín. Ni el ascendente de un estadio que entra en efervescencia a los sones del himno oficial minutos antes de que el balón comience a rodar. Es una declaración de intenciones en toda regla.

Su poder de intimidación es mayúsculo por el impacto emocional que genera sobre la psique de los adversarios. Aislarse de esa escenografía se convierte en uno de los retos para tratar de liberarse sobre el verde. “Me preocupa que nosotros hagamos bien las cosas porque de lo contrario el rival te penaliza. Para ganar en Primera nosotros tenemos que hacer un partido perfecto”, incidió Muñiz en un intento por restaurar el formato y la imagen vertida por el grupo durante las primeras semanas de la competición. El Levante se aferra a su condición de viajero. La estadística robustece esta idea. En su expediente únicamente surge la derrota ante el Betis y hay resultados de impacto en platós como el Santiago Bernabéu. La memoria permite rescatar partidos memorables en el feudo de Nervión. La victoria con Caparrós en el banquillo con dianas de Barral, Vyntra y Simao Mate (2-3) o la estirada felina de Munúa para enganchar la Liga Europea (1-1) o el gol de Casadesús para rescatar una igualada que parecía marcharse en el nacimiento de la Era Alcaraz.