
Triple reto; deportivo, mental y de conducta ante el Elche en el Ciutat
Acaba de cumplirse un año desde que el Levante descarrilara por última vez en el marco del Ciutat de València con el Real Madrid como adversario (1-3) y la escuadra que alecciona desde el banquillo Muñiz regresa a su hábitat más cercano y natural para cruzarse con el Elche en un encuentro adscrito a la jornada vigesimoctava de la LaLiga 1|2|3. Es una evidencia, confirmada por la glacial estadística y también por las emociones, que los jugadores granotas se sienten reconfortados y trasmiten seguridad cada vez que se instalan sobre el verde del coliseo de Orriols para competir. El líder retorna a un espacio en el que parecer haberse instalado una especie de anticiclón y pretende mantener la condición de invicto. La escuadra azulgrana y la representación franjiverde comparten universo en el ámbito de la categoría de Plata, es una obviedad, y la condición de entidades vinculadas a la geografía de la Comunidad Valenciana. No obstante, sus respectivos horizontes se distancian en virtud del comportamiento exhibido durante el recorrido que marca la competición. No es un derbi en el sentido estricto del término, pero es un enfrentamiento entre equipos que han cruzado sus destinos en infinidad de ocasiones en el marco de todas las categorías del balompié nacional. El duelo entre el Levante y el Elche puede plantearse desde un triple desafío deportivo, mental y de conducta colectiva ante la ausencia de Pedro López y Roger.
El Elche prioriza la atención, si se acota el primer punto establecido. En ese sentido, el Levante se enfrenta a un oponente que a lo largo de la temporada ha mostrado un comportamiento antitético sobre el terreno de juego. Desde ese prisma, ha alternado actuaciones esmeradas con presencias de menor calado. Quizás al bloque que representa Toril le haya faltado ese componente uniforme que concede la regularidad para aspirar a cotas de mayor altura en la clasificación general. Espinosa ilustró esa tendencia durante la semana. “No se termina de enganchar, pero tiene equipo para ello. Nos va a poner las cosas bastante complicadas”, admitió para recalcar que se trata de un bloque confeccionado para formar parte del relato de la lucha por el ascenso. Ante esa perspectiva, el Levante se aferra a la consistencia que viene demostrando desde la claridad de la Liga en el Ciutat de València.
Su clarividencia y rotundidad es absoluta y determinante. Y amenaza con desenmascarar la séptima victoria consecutiva. No es el único reto visible. El siguiente afecta a la mente, una regiódifícil de gobernar. “Intento evitar todas esas cuentas, sólo puedo centrarme en que ojalá el domingo sumemos tres puntos más. Es lo que nos va a dar la alegría y la motivación para seguir entrenando. Ojalá lleguemos a junio hablando de esto, pero llegar ahí nos lo da ganar el domingo, el resto son situaciones que intento evitar, porque me entraría más ansiedad”. La sentencia, que responde al pensamiento de Muñiz, no resulta gratuita y es aclaratoria del estado de vehemencia que embarga al levantinismo militante que contempla a su equipo en lo más alto de la tabla estableciendo notables diferencias con el resto de los inquilinos de la división.
A la magnitud del debate de índole futbolístico que se prevé en el interior del césped, ante el Elche, habría que incluir el componente psíquico para alejarse de un contexto dominado por la pasión y el ímpetu. Muñiz trata de desterrar ese impacto y esa ola de entusiasmo. No desea que el grupo caiga prisionero de un éxito todavía no consumado. La tercera consideración afecta a la composición de un bloque que tendrá que reordenarse ante las ausencias forzosas de Roger y Pedro López; dos futbolistas con alma y con un peso capital en el ecosistema azulgrana. Roger acumula en propiedad la secuencia del gol en clave azulgrana. Sus registros son impolutos. Muñiz es refractario al dramatismo. Quizás sea tiempo de reivindicaciones surgiendo desde las profundidades del banquillo.