Era un partido de atmósfera condensada entre dos escuadras que necesitaban conjugar con el triunfo; una prueba de supervivencia en su máxima expresión. El miedo podía palparse en el feudo de Balaídos. Y no había dudas. El Real Club Celta y el Levante coincidían sobre el verde en la recta definitiva de la competición del curso 2006-2007. Hay partidos con tendencia hacia la hipérbole desde su nacimiento, pero, en este caso, el término estaba plenamente justificado ante la trascendencia de la cita liguera. Las dos entidades trataban de huir de un infierno que profetizaba el descenso a la categoría de Plata. No había caminos intermedios en el diseño que presentaba el encuentro. Ni vías alternativas que explorar. Capitulación contra resistencia. Y los dos equipos tenían claras esas condiciones. Desde ese prisma, la confrontación era diáfana entre dos contendientes que estaban separados por tres puntos con el Levante marcando la frontera de la permanencia. Era innegable que el sentido del duelo era antagónico en virtud del desenlace definitivo. Las premisas estaban consignadas mucho antes de que el balón comenzara a rodar por el coliseo vigués. Vencer significaba mantenerse en las trincheras; perder suponía aceptar la rendición. Aquella tarde de domingo la sociedad granota salió indemne de la batalla. Reggi y Riga dejaron muy tocado al Celta.
La importancia del encuentro era absoluta. “Estamos ante el partido más importante de la temporada”, advirtió Abel Resino en comparecencia ante los medios de comunicación en las jornadas previas. Era la jornada trigesimocuarta. “Estoy convencido que el Levante estará el año que viene en Primera División”, acentuó el preparador con seriedad. La batalla psicológica estaba en marcha. “El Celta se juega más que el Levante”, prosiguió en la sala de prensa del Ciutat. Era un partido para futbolistas aguerridos y también para jugadores valientes y las cuestiones psíquicas adquirían notoriedad. La ansiedad podía convertirse en un componente nocivo para el desarrollo del enfrentamiento. No parecía un duelo sencillo de afrontar. “Tenemos que salir al ataque desde el primer minuto”. La réplica procedía del entorno vigués. Baiano tomó la palabra para enfatizar el alcance del encuentro desde la perspectiva celeste. “No nos podemos equivocar porque son muchos partidos perdidos y este es fundamental”. El pensamiento era convergente en torno a ese punto que focalizaba la atención y de manera unánime. “Es el partido más importante”, resaltó el atacante celtiña a modo de conclusión.
Abel esbozó los caracteres del duelo. Quería un Levante fiable en defensa, pero sin perder su alma de aventurero para adquirir consistencia desde una vertiente ofensiva. “Se lo pondremos muy difícil defensivamente aunque en este partido no vale solo defender, habrá que ir al ataque”. La semana no parecía tener fin. Y las alarmas saltaron en la jornada del jueves. Salva se retiró del entrenamiento por unas molestias en el tobillo izquierdo. Su concurso era una incógnita. Tenía un esguince en esa zona. Los servicios médicos se volcaron en la recuperación del atacante con sesiones de láser con el fin de acortar los tiempos ante la magnitud del envite. La escuadra granota se ejercitó el sábado y marchó en vuelo chárter a Vigo. Por su parte, su oponente se había recluido durante la semana en Melgaço, en Portugal, para buscar la paz espiritual necesaria para afrontar la cita en las mejores condiciones. El partido comenzó a la hora fijada.
Salva no estaba finalmente en la convocatoria azulgrana de Resino. Tampoco estaba Canobbio en las filas del Celta, aunque fue una decisión técnica a atribuir únicamente al criterio de Stoichkov. El Celta trataba de imponer su juego desde las botas de Gustavo López. Molina apareció para resolver una acción de Oubiña, pero todo cambió en los minutos finales del primer acto. Reggi se enfrentó al cancerbero local desde los once metros. El penalti decretado por Rubinos Pérez fue ampliamente protestado por la grada de Balaídos y por los jugadores locales. Al atacante argentino no le tembló ni el pulso, ni el peso de la confrontación, aunque el arquero rozó el cuero. Nada más arrancar la reanudación Riga controló el balón en el balcón de área y lanzó un potente disparo que acabó en el fondo de la red de Esteban. Baiano redujo las diferencias, pero no el valor de una victoria emergente. “Hoy era un día clave y hemos dado un gran paso para la permanencia. Ahora estamos más cerca”, manifestó Abel Resino en Balaídos. El Levante se distanciaba a seis puntos del descenso aunque la derrota ante Osasuna (1-4) en el Ciutat propició otro desplazamiento a quemarropa a Santander. La victoria ante el Racing Club (2-3) unida al triunfo ante el Valencia (4-2) ató la permanencia.