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Primer equipo

Vallecas; de un Levante crepuscular a un Levante centelleante

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Quizás todo esté muy cercano todavía en el tiempo; es decir quizás el paso del tiempo no haya borrado las huellas de las lágrimas que Juanfran vertió sobre el césped del Estadio de Vallecas cuando el duelo cercaba el final de su primer capítulo. El capitán realizó el último tránsito para recorrer la distancia que separa el césped, el punto de expresión máximo de la praxis de los futbolistas, del vestuario. La afición local reconoció su pasado con una atronadora ovación que estremeció a los allí presentes. Las luces se apagaron definitivamente después de una extensa carrera. Y el telón se echó también para el Levante después de seis inolvidables temporadas encadenados al fuego eterno de la Primera División. El feudo de Vallecas, una tarde primaveral de mayo, vivió el ocaso de una de las etapas más excelsas de la historia azulgrana. Y Vallecas puede convertirse en la epifanía de una nueva era revestida de color. De fondo subyace lo mudable y lo caprichoso que puede ser la disciplina del fútbol. De aquel Levante crepuscular, que parecía entonar una oración fúnebre de despedida, al Levante emergente y centelleante de la actualidad parece mediar un auténtico abismo, pero en términos cronológicos las diferencias menguan de manera más que considerable.

Todavía no se ha cumplido un año de los hechos descritos sobre el verde de coliseo ubicado en el corazón del barrio obrero de Vallecas. En aquella jornada con sonido de réquiem, pese a la fuerza del rock que emerge desde esa barriada, la sensación de incertidumbre y de desazón en realidad fue compartida. La escuadra local se dio de bruces con la categoría de Plata, pese a los efectos de la victoria conquistada ante el bloque azulgrana. Quizás el partido de mañana sábado conlleve una carga y un componente simbólico y emocional difícil de desprender para la totalidad de los estamentos azulgranas por cuestiones más que evidentes. Las lágrimas volvieron a aflorar el fin de semana pasada sobre la superficie del feudo de Orriols, cuando el mes de abril todavía no se había despedido, pero eran lágrimas de dicha y de una felicidad extrema como consecuencia de la diana obtenida por Postigo que permitió traspasar fronteras para avistar el cosmos de la Primera División.

Ante el Levante surge un universo, que no resulta desconocido, pero que hay que colonizar de nuevo. Sin embargo, y antes de iniciar esa aventura, hay que poner fin a la estancia azulgrana en el firmamento de la Segunda División. Y todavía restan seis semanas para echar la cancela. Desde esa perspectiva, resulta indudable que los futbolistas afrontan un encuentro de emociones extrañas después de consumar el desafío del ascenso. Todo está conseguido, pero hay que mantener la caligrafía sin desviar sus trazos. Sin embargo, hay motivaciones para mantener las coordenadas trazadas. Hay acicates y están muy presentes en el levantinismo. El liderato, la lucha de Roger por el pichichi o la batalla de Raúl por convertir el espacio que defiende en el más invulnerable de la división son aspectos que fluctúan alrededor de cada confrontación. Muñiz tomó la palabra ayer para fijar las líneas fundamentales del plan de actuación previsto. El técnico trata de desterrar dudas.

“Quedar líderes sería redondear una temporada que ha sido muy buena. Tenemos el interés y el compromiso de quedar lo mejor posible y con el mayor número de puntos posibles”, manifestó. “Y está en nuestras manos”, asevera impregnando al grupo de esa filosofía vital. “Intentaremos seguir trabajando y hacerlo lo mejor posible. Nosotros ya hemos conseguido el objetivo y tenemos que valorar nuestro trabajo a lo largo de la temporada. Esperemos que seamos capaces de competir igual de bien. No me puede preocupa lo que digan otros equipos.Seremos grandes profesionales como hemos sido hasta ahora”, matizó dotando de significación a cada confrontación. Desde un punto de vista deportivo, el técnico cuenta con las ausencias forzosas por molestias fisicas de distinta consideración a Pedro López, Campaña, Insa y a Lerma.