
Llegó el Levante lanzado al feudo de Butarque con la permanencia aferrada con fuerza con las dos manos, saboreando su formidable y emergente capacidad de reacción, y lo primero que se topó fue con una tromba de agua que parecía profetizar el apocalipsis o el diluvio universal en términos bíblicos. Tal fue la virulencia de la lluvia caída que la grada se fue desploblando al paso de los minutos. Fue una constante hasta que el partido superó la frontera con el minuto treinta. El cielo del Sur de Madrid dejó de temblar y de intimidar a la masa social. Llegó la calma, desde un prisma climatológico, coincidiendo con el final del primer acto y entonces se desató un vendaval de Levante. Quien intimidó al respetable y a su oponente fue un Levante colosal en el esfuerzo, en el compromiso y en la calidad de sus acciones. La escuadra azulgrana se comportó con la furia de un torbellino de efectos devastadores. Su fútbol fue anegando todo lo que se cruzaba a su paso con la furia de un río desbocado. El Leganés desapareció de la faz del verde como aconteció con el Sevilla o el Athletic Club en los anteriores compromisos ligueros.
Fue un Levante impulsivo y ardoroso en sus manifestaciones. El bloque granota se entregó con pasión sobre el pasto en busca de una victoria reclamada por Paco López en la arenga previa al duelo. El encuentro destilaba una paz espiritual, al vincular a dos bloques con los deberes hechos en la competición, que el preparador valenciano trató de agitar en la proclama que preludió al nacimiento del choque. Fue en la intimidad del vestuario con la totalidad del colectivo levantinista reunido en torno a la figura del técnico y de Pedro López en calidad de capitán. Hubo un tiempo no muy alejado para el sufrimiento y hay un tiempo muy cercano para disfrutar de la disciplina del balompié. Y el fútbol puede ser maravilloso al amparo de los triunfos encadenados. El equipo se ha ganado sobre el verde el respeto de sus rivales y el derecho a deleitarse en las jornadas postreras del campeonato. Nadie puede seguir la estela del equipo levantinista desde el aterrizaje de Paco López tras sumar veintidós puntos de veintisiete. Lo dice la estadística y también la impregnación que deja el bloque sobre el campo.
La cifra es reveladora. No obstante, hay objetivos sobre el horizonte por los que luchar y por los que partirse el alma en cada minuto. Así lo entendió Morales. No hay confrontaciones de segunda clase para sus botas afiladas. Morales no vegeta. Su alma es irreductible. Lo intentó en infinidad de ocasiones en el primer capítulo del juego, escrutando el costado derecho y el perfil izquierdo del ataque en distintos pasajes, pero se materializó en la reanudación. Curiosamente Morales puso el turbo después de que Amrabat estuviera cerca de averiar la portería de Oier con un disparo que generó una sensación de desorden, pero quien sembró el caos y el alboroto fue el Comandante para anotar su gol número diecinueve con el Levante en Primera División. No es un premio menor. El gol tiene enjundia. Morales lidera la tabla de los máximos anotadores en la elite tras rebasar a Barral.
Fue un gol meritorio y de sentido gremial por su génesis y concreción. El balón viajó a la velocidad de la luz tras pasar por las botas de Campaña, Bardhi y Jason antes de alojarse en la meta de Champagne tras impactar en las botas de Morales. El Leganés solo pudo contemplar el mortífero viaje que emprendió el cuero. La acción compendia el estado de ánimo de un equipo atrevido y audaz en la interpretación del juego. Nada está prohibido. No es una tarea sencilla desarmar a un bloque que hace del orden una de sus principales virtudes. El gol excitó la mente de Morales.
Sin solución de continuidad regresó al área pepinera para retar al arquero. Fue el principio del fin. La acción concluyó con Zaldua expulsado y con Bardhi haciendo cálculos para desafiar a la física. Enis no erró en una de sus especialidades. Su catálogo es poliédrico. No había espacio para curvar el balón. Bardhi se reinventó para buscar el palo defendido por el guardameta local. El internacional por Macedonia tiene argumentos. Y sus disparos son indescifrables para los porteros. Es el quinto golpe franco transformado en gol. No hay casualidad. Hay talento u agudeza en la definición. El Levante mostró un poder aniquilador que cercenó las aspiraciones del Leganés. En el primer tiempo al bloque azulgrana quizás le faltó claridad para resolver el último pase. En la segunda parte mostró su versión más aniquiladora y dictatorial. Coke, un lateral con alma de delantero, redondeó un triunfo histórico tras el estreno de Fahad con las barras azulgranas en laLiga Santander.
CD Leganés: Champagne; Zaldua, Bustinza, Siovas, Diego Rico; Rubén Pérez, Gumbau; El Zhar (Mantovani, 83'), Amrabat (Omar Ramos, 63'), Eraso; y Beauvue.
Levante UD: Oier; Coke, Postigo, Chema, Luna; Jason (Rochina, 67'), Jefferson Lerma, Campaña, Bardhi (Fahad, 78'); Morales (Roger, 70') y Boateng.
Árbitro: Sánchez Martínez (Comité Murciano). Amonestó, por parte del Leganés, a Rubén Pérez, Amrabat, Bustinza, Diego Rico y Omar Ramos y a los levantinistas Jason. Expulsó con roja directa a Zaldua (57').
Goles: 0-1, min. 58: Morales. 0-2, min. 59: Bardhi, de libre directo. 0-3, min. 77: Coke.