
Voluntad de poder en el Estadio Benito Villamarín
La cruzada exige respuestas inmediatas de índole deportiva que deben plasmarse en el interior del verde, pero también explorar y desafiar las propias limitaciones internas de un grupo que no ha desentrañado los misterios que le rodean cuando abandona los márgenes del Ciutat de València en competición liguera para aposentarse como adversario. La escuadra azulgrana experimenta una catarata de sensaciones que nacen desde la contraposición en virtud de las emociones personales e intransferibles que rodean sus partidos. Capaz de reinventarse y de cambiar de raíz el signo de sus confrontaciones en el feudo de Orriols desde el nacimiento de 2016, la lacra que mancilla este discurso liguero radica en sus prestaciones como foráneo. Es evidente que el diagrama de rentabilidad lejos de su entorno más cercano y natural dibuja una curva descendente que, no obstante, resulta posible todavía subsanar. Así que la cruzada exige respuestas desde diversos prismas. Todas deben llegar desde el convencimiento y desde la confianza y la fe. Y todas parecen converger sobre el césped del Estadio Benito Villamarín, escenario del próximo asalto que anuncia el campeonato de la regularidad en su jornada trigesimosegunda.
El reto más inmediato, desde una perspectiva azulgrana, posiblemente esté ya presentado y acentúe sobremanera el valor de la victoria en el encuentro de mañana sábado ante el Real Betis Balompié (22:05 horas, Televisión Española). Quizás no haya mucho más margen en la resolución del encuentro que ya se adivina como consecuencia directa de la igualada saldada ante el Sporting en la confrontación casera del pasado lunes (0-0). El Levante puede cambiar el orden de los factores si conjuga con el verbo vencer y mantener las expectativas en plena vigencia. Prolongar la estancia levantinista en los confines de la Primera División demanda victorias y respuestas convincentes cuando la competición de Liga anuncia su definitivo ocaso. Se trata de un aspecto que parecen compartir los dos contrincantes, aunque en virtud de la clasificación es innegable que el grado de necesidad aumenta notablemente al analizar el estado vital que presente un Levante necesitado de rasgar las cadenas que le atenazan como visitante. Hay voluntad de poder en el sentido filosófico porque hay ambición de mutar el status granota. El enfrentamiento contiene un aroma a final. Así se presenta desde tierras sevillanas. Hay un sentido hiperbólico que le rodea.
Se trata de un duelo de elevado voltaje. Todo parece magnificarse alrededor de los noventa minutos que consta la batalla. Las manifestaciones procedentes del entorno bético magnifican para dimensionar la cita. Hay un cariz psicológico que impera ante la trascendencia del encuentro. En cierto modo, el Levante ya ha experimentado una percepción similar que rememora las características del duelo disputado ante el Deportivo de La Coruña en fechas recientes. El choque puede convertirse en punto de inflexión, como sucedió para el propietario de Riazor, para un Betis en luna decreciente en las postreras semanas. En ese sentido, la experiencia debe convertirse en un valor al alza para afrontar un partido que puede estar marcado por la ansiedad y por la incertidumbre generada por sus connotaciones. Y el expediente del Levante está repleto de partidos con este perfil. Rubi recupera a Simao para el choque en el Benito Villamarín. La presencia del mediocentro africano es una constante a lo largo del ejercicio. Sin embargo, pierde a Verza en la medular y a Feddal en el eje de la zaga. Los dos jugadores cumplirán un partido de sanción. El técnico oficializará la lista de convocados a la conclusión del trabajo de activación programado para la matinal del sábado en el Ciutat.