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Primer equipo

Zarpazo de Rubén en Riazor (0-1)

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Hubo un momento en el desarrollo de la confrontación en que Luis García decidió ratificar los lazos con una victoria que se resistía a pesar del vendaval azulgrana en el Estadio de Riazor. Era el minuto setenta y seis y el preparador decidió introducir a Rubén en el interior del terreno de juego mientras Montero se retorcía sobre el pasto verde tras subírsele el gemelo. No era una decisión arbitraria. El técnico podría haber tratado de cerrar el choque con Pallardó ubicado en la línea de medios en un intento por mantener el resultado. La medida hubiera podido sustentarse. Ya se sabe; aquello de no perder en los últimos minutos todo lo que no se había podido resolver con anterioridad a pesar de la exuberancia de las ocasiones cegadas. Luis, con la decisión adoptada, envió un mensaje diáfano y evidente al colectivo granota.

Luis no abjuraba del triunfo y fue Rubén Suárez el encargado de reinterpretar el partido cuando avanzaba inexorablemente hacia el tiempo suplementario. Posiblemente, únicamente Rubén podía virar un marcador que amenazaba con perpetuarse desde una distancia que parecía cuanto menos sideral. El atacante asturiano se sacó de la manga un disparo seco que se fue endiablando conforme se acercaba a los dominios de Aranzubia. El balón en su recorrido realizó un dibujo diabólico que desorientó al cancerbero local. Aranzubía pasó de héroe a villano en un segundo. Esos antagonismos caracterizan al fútbol. La disciplina es, a veces, inmisericorde con sus protagonistas. Con anterioridad, el meta había conseguido sellar su portería, enfrentándose ante Felipe Caicedo, Montero y Stuani, agigantando su figura en un duelo ante el gol del que salió indemne, pero en la celebración final de Rubén quedó en entredicho.

Ese es otro de los misterios que acompañan al mundo del fútbol. En un partido de tintes apocalípticos para el Deportivo, siempre en inferioridad y a merced de la engrasada y cartesiana maquinaria blaugrana, el Levante encontró la resolución al enigma del gol, que parecía frustrar a los protagonistas en un choque plagado de ocasiones, quizás en la acción que menos preludiaba la resolución definitiva del gol. No es un juego malabar de palabras con el gol como protagonista. En ese sentido, es difícil encontrar un partido de tales características del Levante como foráneo en el actual ejercicio liguero. Nunca había sido tan devastador en las cercanías de la meta contraria y, sin embargo, y, de forma paradójica, esa devastación no se traducía en la obtención del gol. Juanlu, Valdo y Caicedo en el recorrido del primer cuarto de hora ya habían avisado de las intenciones formales de la entidad azulgrana.

Aranzubía emergía desde la portería para desbaratar cada intento de profanación de las redes gallegas. Era un paradigma de lo que iba a acontecer. El partido quedaba enmarcado. Y no hubo variaciones sustanciales durante el trayecto que componen los noventa minutos. El Levante apostaba por la victoria desde la epifanía, pese a que la estadística acentuaba con rotundidad la ceguera que empañaba sus movimientos en el coliseo gallego en el marco de la Primera División. Y mostró su audacia y valentía desde que el balón comenzó a correr sobre un inmaculado césped de Riazor. Montero, Valdo, Juanlu y Caicedo combinaban impunemente en las cercanías del perímetro defensivo local. El barbecho del medio del campo del Dépor contrastaba con la riqueza de movimientos y la toma de decisiones mostradas por Iborra y Xavi Torres. Unos metros más atrás Ballesteros y Nano mantenían a salvo a Munúa de los atacantes locales.

Venta y, principalmente, Juanfran surgían de las profundidades de la retaguardia para acompañar al ataque en cuanto había ocasión de sumar efectivos, pero fue Montero quien comandó el eje del ataque percutiendo desde el costado derecho. El catálogo del ecuatoriano fue excelso y poliédrico. Manuel Pablo sufría un ataque de pánico cada vez que veía llegar a Montero. El Levante dominó el partido de norte a sur y de este a oeste. Su omnipotencia sobre su rival fue incuestionable. El Deportivo nunca llegó a discutir la supremacía blaugrana. Ni tan siquiera la lesión de Caicedo cambió el devenir del encuentro siempre focalizado sobre el área de Aranzubía. El Levante crecía y mantenía la fe mientras el Dépor se desangraba y perdía consistencia. No obstante, el gol no llegaba. No parecía justo ante el posicionamiento y la intrepidez de los jugadores levantinistas, pero el fútbol no siempre es justo en sus determinaciones. Y sin gol ni hay partido ni triunfo que se materialice. Entonces arribó Rubén para obtener una diana que vale un potosí; media permanencia.

Deportivo: Aranzubia; Laure, Lopo, Colotto, Manuel Pablo; Rubén (Saúl; min.71), Antonio Tomás; Adrián (Sand; min.65), Juan Rodríguez, Guardado (Míchel; min.76); y Lassad.

Levante: Munúa; Javi Venta, Ballesteros, Nano, Juanfran; Xavi Torres, Iborra; Jefferson Montero (Rubén Suárez; min.81), Valdo, Juanlu (Xisco Nadal; min.76); y Caicedo (Stuani; min.42).

Goles: 0-1; min.90, Rubén Suárez.

Árbitro: Clos Gómez, del colegio aragonés. Mostró amarilla a Rubén Pérez (min.46) y a Lopo (min.72), por parte del Deportivo; y a Iborra (min.78) y Xavi Torres (min.85), por el Levante.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la vigésimo novena jornada del campeonato nacional de Liga disputado en el estadio de Riazor ante unos 18.000 espectadores. Se guardó un minuto de silencio por las víctimas del terremoto y el tsunami de Japón.