Quizás sería suficiente con haberlo sentido en una sola ocasión para entender el significado que encierra defender la camiseta azulgrana que identifica al Levante en el marco de la competición oficial, pero ya son ciento cuarenta y nueve. El expediente deportivo de Morales en el tiempo más presente resulta vertiginoso. Las noticias, con el Comandante como epicentro de la acción, se multiplican. Quizás el hecho acentúe el tremendo ascendente de un futbolista con capacidad para manejar las emociones derivadas de la disciplina del balompié acaecidas tanto en el interior del verde como fuera de la superficie del rectángulo de juego. El encuentro ante el F.C. Barcelona, del próximo fin de semana en el feudo del Ciutat de València, adquiere una nueva dimensión para la figura del atacante granota. Se trata de una cuestión más personal e íntima. Al valor eminentemente deportivo de una batalla rodeada de un ceremonial específico, por las connotaciones que destila ante el influjo del adversario, se añade un componente estadístico. Morales cumplirá ciento cincuenta partidos con las barras azulgranas pegadas a su cuerpo siempre que forme parte del relato de la confrontación que cerrará el ejercicio liguero en el coliseo blaugrana.

Nunca hay partidos desprovistos de interés ante el Barça. El reto para Morales contiene sustancia. La cifra, por su profundidad, engloba encuentros vinculados a la Primera División, categoría de Plata y Copa del Rey. Lo cierto es que las acciones personalizadas del Comandante cotizan al alza en el parqué futbolístico. Morales entró en la historia particular del Levante en Butarque en la noche lluviosa del pasado lunes tras desenmascarar el camino que conducía a la victoria tras resolver una acción coral del colectivo que prepara Paco López. El gol le sitúa en el vértice más elevado de los goleadores granotas en el ecosistema de la elite. “Es un ejemplo de compromiso en el interior del vestuario”, advirtió el preparador valenciano en la sala de prensa del feudo del Sur de Madrid cuando se le cuestionó por la envergadura del jugador en el ecosistema del grupo.

Morales acostumbra a celebrar efemérides en las postreras jornadas del campeonato. Frente al Málaga capitalizó los minutos previos a la epifania de la cita tras firmar su primer centenario en la elite con la elástica granota. El Comandante aceptó el desafío de empuñar con fuerza el blasón levantinista con la finalidad de liderar una permanencia histórica. Desde ese prisma, decidió dar varios pasos al frente en un contexto de crisis para acaparar protagonismo. No es un acto novedoso en su currículum como granota. Hay ejemplos de este espíritu de rebelión. El gesto denota compromiso y respeto por el escudo azulgrana. El episodio no estaba desprovisto de complejidad por las prestaciones emitidas por un colectivo en estado de depresión. Los goles y la influencia del rastro dejado en cada una de las batallas atestiguan su capacidad de liderazgo y su complicidad. Cada gol le acercaba a la cúpula de los más egregios goleadores azulgranas en Primera División. En Butarque se graduó tras aventajar a David Barral en materia anotadora. No obstante, el círculo, en cierto modo, sigue abierto porque nadie duda de que habrá nuevas manifestaciones de Morales en las próximas citas