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Primer equipo

Del autogol de Iván López al doblete de Roger para doblegar al Valladolid (3-2) en el curso 2016-2017

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La tarde en Orriols nació repleta de malos augurios. El duelo entre Levante y Valladolid comenzó con una acción circense que acabó en el fondo de la portería defendida por Raúl Fernández. Quizás nadie en el Ciutat de València imaginaba un desenlace de tales consecuencias cuando Postigo impactó con el cuero en su intento por alejar el peligro de su entorno más cercano. El golpeo del central chocó en la espalda de Iván López. El balón dibujó una curva diabólica para alojarse en el fondo de las mallas de la meta azulgrana.

No había pasado nada sobre el césped del tempo de Orriols y los jugadores blaugranas regresaban al centro del campo para retomar la confrontación.

Sus miradas reflejaban incredulidad y desasosiego ante la acción desarrollada. Una sensación a caballo entre el miedo al vacío y la frustración pareció invadir a la grada de Orriols tras ese despeje frustrado de Postigo. El choque estaba en maitines y tocaba invocar a la rebelión y al alzamiento colectivo para mantener el imponente ritmo impuesto por el equipo granota en la epifanía del ejercicio 2016-2017 en el universo de la clasificación general.

Hay encuentros que se rasgan en mil pedazos de repente. Quizás fuera el caso.

Todo lo hablado en el interior del camerino azulgrana en los minutos anteriores quedaba en entredicho. El gol amenazó con cambiar el paisaje del partido al menos durante buena parte del primer capítulo del juego. El Valladolid se sintió bendecido tras la diana. Los jugadores de Paco Herrera fueron capaces de encadenar con grilletes los tobillos de cada uno de los futbolistas azulgranas presentes sobre el césped. En esa fase del juego no hubo excesivas noticias del Levante. Las operaciones que proponía morían muy lejos del espacio defendido por Becerra. El Valladolid selló cada espacio con silicona.

Al Levante le costaba entrar por dentro. Un ejército de piernas cortaba cada tentativa y solo lograba ver la luz cuando buscaba las bandas con balones en profundidad. El equipo de Muñiz no se sentía cómodo, un aspecto, que, en todo caso, debería dimensionar el sentido de la remontada final.

Quizás el pecado capital de la escuadra vallisoletana fue no ajusticiar a su adversario cuando lo tuvo a tiro y quizás la mejor noticia para el Levante antes del alcanzar el descanso fue el gol de Roger.

No parecía muy conveniente dejar en libertad a un grupo con munición suficiente para tumbar a una manada de elefantes. La pegada de aquel Levante era sideral. Su fe para sobrevivir en situaciones repletas de adversidad fue un distintivo a lo largo del curso. El grupo sabía sufrir, pero también sabía discernir cuál era el momento idóneo para lanzarse a la yugular de su rival con el fin de paralizarlo. Roger era el paradigma del gol.

Sus botas estaban tocadas por los dioses en una temporada marcada por una clarividencia absoluta.

En el Ciutat volvió a demostrar su idilio con el gol. Y por partida doble. El pistolero decidió no exteriorizar las dianas como en él era costumbre, ni realizó fuegos de artificio, ni tampoco alzó los brazos al viento en señal de júbilo como reverencia a su pasado más cercano en el tiempo.

El empate se gestó a partir de un robo de Abraham. El lateral templó al área y Roger hizo el resto. El atacante venció a su oponente y mudó la dirección del balón con un toque sutil que desorientó al arquero. Fue un gol de bandera que envalentó al grupo granota. El Levante emergió desde el vestuario con ímpetu y decisión. Morales representó la bandera de la remontada colándose por el costado derecho.

Golpe a golpe el Levante fue reduciendo a su oponente.

La fe de Jason fue providencial para perseguir con furia un balón que Iván puso desde la banda. El atacante gallego apareció de la nada para rasgar el partido ante la mirada perdida de Paco Herrera. La conexión anotadora entre Jason y Roger, con denominación de origen de la Ciudad Deportiva de Buñol, mutó el sentido del enfrentamiento ante el Real Valladolid. Y Roger emergió desde los once metros para finiquitar un duelo que, contra pronóstico, entreabrió Ibán Salvador en el minuto 87 para dibujar un escenario repleto de tinieblas en los minutos finales. El Levante supo guarecerse tras la expulsión de Lerma para sumar la cuarta victoria enlazada en el Ciutat (la sexta del ejercicio) que le permitía seguir ostentando