Un Levante de matrícula de honor conquistó el Comunal de Andorra
Un Levante de matrícula de honor conquistó el Comunal de Andorra para rubricar su décima victoria enlazada en el tiempo en el marco del Grupo III de la Segunda División B. Los hechos acontecieron una soleada, pero gélida tarde de un domingo 13 de noviembre de 1994. La escuadra que adiestraba Juande Ramos mostró esa versión entre lacerante y despiadada que le había permitido jerarquizar y ponerse a los mandos de la clasificación general prácticamente desde la misma epifanía de la competición liguera. Nada parecía interponerse entre el Levante y los distintos indicativos que caracterizan a la consecución del triunfo. Era una constante desde el alumbramiento del campeonato en las jornadas iniciales del mes de septiembre. Desde que las huestes azulgranas despacharán al Europa (0-2) en tierras catalanas el discurso del grupo era monocromático en cuanto a sus manifestaciones; las conquistas se sucedían tanto entre los muros del hoy Ciutat de València como allende de sus fronteras.
Ocupación y sometimiento en noventa minutos devastadores. Así parecía comportarse el colectivo granota cada vez que afrontaba una cita del calendario oficial establecido. No había compasión en sus botas. Ni síntomas de conmiseración o de piedad en lo más profundo de su alma. El Levante se comportaba con la furia de una plaga que parecía aniquilar todo lo que surgía a su paso. A esas alturas de la competición los fieles seguidores blaugranas y sus adversarios sabían cómo se las gastaba aquel Levante de Juande Ramos. En cualquier caso, el triunfo estuvo en entredicho en alguna fase de la confrontación dirimida entre el equipo pirenaico y el bloque de Orriols, principalmente en su nacimiento. En los partidos hay momentos en los que resulta complicado determinar con claridad los status defendidos por cada uno de los contrincantes. Es algo consustancial al fútbol. El Andorra avasalló al Levante en el arranque del duelo. Costaba discernir cuál de los dos bloques reinaba desde lo más alto de la tabla.
Sin embargo, el Levante no ofreció síntomas de descomposición, ni de decaimiento en los instantes de mayor complejidad. El gol de César (1-0) paradójicamente mutó el devenir de un enfrentamiento que germinó desde la contradicción. Lejos de anquilosar el espíritu granota, sucedió la reacción más enfrentada. Estaba prohibido descabalgarse de los partidos por más que los contratiempos se alinearan en su contra. Aquel Levante había ofrecido indicios de una capacidad de resistencia inquebrantable. No era una revelación que aquel colectivo era aliado de la ambición. De hecho, se posicionó en el Comunal después de una heroica remontada ante el Elche en el Ciutat (2-1) en una segunda mitad desbravada. No era una novedad para aquel grupo sobreponerse a las dificultades para remontar parciales adversos sobre el verde. También sucedió en el compromiso foráneo ante el San Andrés en Barcelona en este ciclo excelso de victorias.
Juande recompuso el once desde el banquillo. Las decisiones adoptadas eran definitorias de sus intenciones. No había espacio para la especulación. Albelda y Salva permutaron el césped por el banquillo. Hugo y Julio Engonga se alistaron a la cita. Dos perfiles defensivos por dos futbolistas de vocación atacante. A veces los técnicos ofrecen advertencias con sus actos. La señal era clara. Más contundencia y presencia en las cercanías de la meta andorrana. Los pupilos del entrenador captaron el mensaje y el Comunale tembló. Entre los minutos 64 y 67 Gallego y Julio Engonga revertieron el marcador inicial para reforzar la autoestima y el estado anímico de un equipo que se sentía invulnerable e invencible. Aquel Levante del ejercicio 1994-1995 emergió con fuerza para acaparar protagonismo y para posicionarse de nuevo en el mapa del fútbol nacional después de varias temporadas de ostracismo y de confinamiento. Lo hizo enlazando victorias hasta alcanzar trece de forma consecutiva en un comienzo de Liga demoledor. La prensa nacional elogió el significado de la décima victoria entretejida.
No obstante, el sagaz lector podría argumentar que los números no parecen cuadrar. Aquel partido correspondía a la undécima jornada de la competición y se dimensionada la décima victoria de un club que encadenaba tantos triunfos como partidos disputados. En su expediente no había borrones en forma de derrotas o empates. No hay un enigma irresoluble. Las lluvias habían aplazado el duelo entre el Levante y el Nàstic de Tarragona en el Ciutat de la sexta jornada. Ese choque se disputaría en jornada intersemanal apenas nueve días después. El dato fortalece a aquel Levante que con un encuentro por disputar dominaba la clasificación con 20 puntos por los 17 del Castellón, 15 de la Gramanet (estos dos últimos también con 10 partidos) y Figueres 13 puntos (11 partidos) que marcaba la frontera por el Play-Off de ascenso.